Diego Padrón Lorenzo escribió:Hola Carlos, otro que te da la bienvenida a esta web, y por favor no preguntes si nos interesa tu historia, te cuento un secreto....Lo mejor de esta web es que en ella participamos gentes que por algun motivo, sea cual sea, sea por que nos "tocó" hacer la mili en el Sáhara, sea porque alguno de nosotros fue militar profesional destinado allá, o porque por motivos profesionales o familiares compartimos tiempo en al Sáhara.
Tu historia nos interesa por muchos motivos, pero principalmente porque nos toca a nosotros el contarla, nos toca a nosotros el compartirla, pero sobre todo, porque nos toca a nosotros el escribirla, porque es la única forma que tenemos de que perdure y por consiguiente, es la única forma que tenemos de que los "futuros" sean capaces de conocerla, entenderla y valorarla, si hiciéramos lo contrario de nada valdrían tantas penurias pasadas. Nada puede pararnos y ya es tiempo de que todo salga a la luz.
Bienvenido Carlos y recibe desde Tenerife un fuerte abrazote chicharrero
Diego Padrón/Smara75
Muchas gracias Diego por tu bienvenida...
Tienes toda la razón en lo que dices. Cuando decidí escribir el libro, busqué información sobre aquel conflicto y, salvo una páginas de Infantería de Marina, no encontré nada más...
He buscado en el archivo de Melilla y tampoco hay nada, así que considero que mi libro (bueno el libro de mi padre) es un documento único para los interesados en este tema...
Espero iros contando cosas y que las disfrutéis...
Hola a todos,
Carlos, no soy el capitán al que te refieres, no paso de 1,73m., he pasado por Ceuta un par de veces como turista, y la mili la hice en Aargub, cerca de Villa Cisneros.
En cuanto a tus aportaciones, no dudes que serán muy interesantes. Piensa que la información del Sahara es bastante escasa en relación a los años anteriores a los años 60, además en las fechas en que tu padre estuvo destinado en el territorio, la cosa estaba caliente, caliente. como podrás comprobar en lo que se ha venido escribiendo en el foro dedicado al combate de Edchera y en otros parecidos.
saludos,
José Hernández Murcia
Comparto lo escrito por Diego. Quienes mejor pueden ofrecer una versión de primera mano de lo que ha ocurrido a lo largo del tiempo en el territorio sahariano, son quienes estuvieron allí. Sus testimonios son de gran valor histórico y ofrecen el perfecto complemento o contrapunto a los fríos informes oficiales en que muchas vivencias personales son omitidas. Un ejemplo es el libro de Bosque Coma sobre los paracas en Ifni en que aparecen muchos de esos testimonios de antiguos combatientes.
Dada la costumbre de muchos oficiales de escribir diarios personales y teniendo en cuenta por una parte la gran cantidad de ellos que pasaron por Sahara y por otra, lo poco que se ha publicado de memorias y biografías, sin duda debe haber un importante volumen inédito de documentos en poder de sus familiares y que sería una absoluta lástima que se perdieran. Por esto, esa iniciativa de publicar un libro apoyándose en estos documentos, me parece muy loable y digna de imitación.
Al fin y al cabo, es nuestra historia. Estuviéramos o no, en Sahara.
Pues nada..., continúo con la introducción de mi padre y luego os iré contando más cosas...
"Por resentirse de las lesiones que le produjo el golpe ocasionado por la onda expansiva de la granada durante los bombardeos es evacuado al Hospital Militar de Valladolid con pronóstico grave, permaneciendo hospitalizado durante cuatro meses primero y otros diez más tarde, permaneciendo convaleciente durante varios años reponiéndose de las lesiones sufridas.
Repuesto de las mismas, acude a la Academia Especial de Transformación de Oficiales de Villaverde, de donde sale con el empleo de Alférez con el que ocupa varios destinos hasta su ascenso a Teniente el día siete de julio de 1.950 y a Capitán el diecinueve de diciembre de 1.953.
El día cuatro de octubre de 1.954 es destinado al Batallón Disciplinario en la plaza de Zeluán (Marruecos).
Trasladada dicha Unidad a Melilla, el día once de noviembre de 1.957, embarca hacia el Sahara Español, plaza de soberanía en la que se desarrollan los acontecimientos que a continuación se narran.
Entre las numerosas condecoraciones que le fueron concedidas merecen especial mención dos Cruces Rojas del Merito Militar en campaña, una Cruz de Guerra y la Medalla de sufrimientos por la Patria.
En su Hoja de Servicios, en el correspondiente apartado, figura: VALOR ACREDITADO."
Como todos sabéis de sobra, para luchar contra los movimientos rebeldes se organizó la Operación Teide-Ecouvillón...
"Así se organizan columnas que iniciando sus movimientos, las españolas desde El Aaiun y Villa Bens (Operación Teide), y las francesas desde los emplazamientos mauritanos de Tifariti y Fort Trinquet (Operación Ecouvillon), actúan, en una primera fase, limpiando de núcleos de resistencia rebelde el norte del territorio desde El Aaiun y Sidi Ifni a Smara.
En una segunda fase, prosiguen hacia el sur para encontrarse con otras dos columnas, una española que parte desde Villacisneros, formada por el Batallón de Cabrerizas junto a destacamentos de Transmisiones, Zapadores, Intendencia y Sanidad y otra francesa formada por agrupaciones procedentes de Port Etienne y Fort Gouraud, con la misión de converger sobre Bir Nzaran limpiando Tennuaca y la zona de Ausert.
Es en este contexto cronológico y geo-político en el que se desarrollan los acontecimientos narrados en este libro."
Os iré poniendo algunos fragmentos del libro, para que podáis haceros una idea de como se desarrollaron las cosas.
Después de unos días en que no he podido dedicar tiempo a este tema, intentaré darle más continuidad...
INTRODUCCIÓN
El día cinco de noviembre de 1.957, la Jefatura del Batallón, recibía el siguiente escrito:
“COMANDANTE GENERAL DE MELILLA A COMANDANTE JEFE ACCIDENTAL DEL BATALLÓN DE CABRERIZAS: PERMANEZCA ESE BATALLÓN ALERTADO Y PREPARADO HASTA NUEVA ORDEN”.
El día siete, el Comandante Jefe del Batallón, reunía en su despacho a todos los Oficiales de la Unidad y les decía:
“¡Señores!, hace unos días se recibió la orden de que permaneciera alertado el Batallón; nada les dije entonces por conocer que nuestra Unidad siempre está preparada para cualquier emergencia, pero hoy se me ordena que, a la mayor urgencia, se prepare la Unidad para embarcar tan pronto se me indique con rumbo a un lugar que en su momento se comunicará.
El día nueve llegarán a este puerto de Melilla, las unidades navales de nuestra escuadra, cruceros Miguel de Cervantes y Almirante Cervera, que serán los encargados de transportarnos a nuestro destino.
Preparen a sus familiares para recibir la noticia y permanezcan con el personal preparado y dispuesto para emprender la marcha tan pronto se ordene”.
Y este fue el principio de un período que tantas inquietudes, amarguras y sinsabores llevaría a los hogares de tantos y tantos como partirían, y de los cuales pocos o muchos, siempre demasiados, no regresarían jamás...
Mi primer contacto con esta unidad conocida como Batallón Disciplinario, fue el veinticuatro de octubre de 1.954 en Zeluan; su acuartelamiento era la Alcazaba y, tras sus toscos y gruesos muros, se desarrollaba, un día tras otro, la vida de sus componentes.
En un principio, el personal del Batallón Disciplinario, además de sus cuadros de mando, estaba compuesto por un reducido grupo de voluntarios procedentes de otras unidades, generalmente de los Grupos de Regulares. Su misión consistía en, además de cubrir el servicio propio de la Unidad, vigilar y dar escolta a los soldados, denominados corrigendos, que sufrían correctivo o cumplían condena impuesta por los tribunales militares.
Al concederse la independencia a Marruecos, hubo que abandonar aquellas instalaciones y trasladarse a la plaza de Melilla. El nuevo acuartelamiento asignado al Batallón fue en Cabrerizas Altas, el antiguo e histórico Fuerte de Cabrerizas.
Pronto cambiaría su fisonomía. Las muchas necesidades propias de una unidad disciplinaria, en la que la vigilancia y custodia de los corrigendos y los medios que para evitar las evasiones eran imprescindibles, dieron lugar a una serie de obras y reparaciones: ampliación de los alojamientos para los cuales se habilitaron unos barracones, acondicionamiento de los servicios básicos, refuerzo de los muros y establecimiento de líneas de alambrada de espino.
Una vez más, poniendo de manifiesto el espíritu de superación propio del soldado español, del que nuestros hombres, pese a su singularidad, no carecían, se pudo adecuar el nuevo acuartelamiento a las exigentes características de nuestra Unidad.
Con la ocupación de su nuevo acuartelamiento, se iniciaba para el Batallón una nueva era que cambiaría su antiquísima y tradicional constitución y le abría nuevos horizontes para que, el soldado corrigendo, tuviera una mayor posibilidad de rehabilitación.
También en aquellos días, se consideró oportuno por la Superioridad el envío de reclutas de la quinta de reemplazo al Batallón. Esto contribuyó a renovar la vieja sabia y fue decisivo para que se produjera la metamorfosis de la Unidad. La nueva semilla no fue baldía y, en tan estéril ambiente, germinó e hizo nacer sus frutos. En los alrededores de nuestro acuartelamiento, los recién llegados reclutas se hicieron soldados y en su esfuerzo y dedicación surgió la chispa que aglutinó a unos y otros, consiguiendo crear el espíritu de unidad que tan duramente fue probado luego, prueba que superó con holgura.
Con motivo de la llegada al Batallón Disciplinario de personal de reemplazo, y al no ser ya todos sus componentes corrigendos, se solicitó y obtuvo del Ministerio del Ejército, el cambio de denominación. A partir del trece de diciembre de 1.956 pasó a llamarse Batallón de Cabrerizas. Con este nuevo nombre se cubriría de gloria en el Sahara, al igual que con el anterior de Disciplinario, en otros tiempos se cubriera de gloria en la Campaña del Rif.
La solera de las unidades es como la madre del vino, que cuando los nuevos caldos ocupan las barricas en las que se curaron sus antecesores, adquieren su aroma y sabor. El Batallón de Cabrerizas se hacía en las madres del antiguo Disciplinario y de éste tomaba la solera y el tradicional sabor bélico.
Y llegó la hora de demostrarlo. En el inhóspito territorio del Sahara, en el África Occidental Española, se venía incubando un levantamiento de los nativos que, alentados desde Maruecos por propagandas subversivas, atentaron contra la soberanía de nuestra zona, culminando con el alevoso ataque perpetrado, el veintitrés de noviembre de 1957, por tropas marroquíes disfrazadas de guerrilleros contra Sidi Ifni y el ataque lanzado un mes después cerca de El Aaiun, capital del Sahara Español.
En tan singular escenario y contra tal enemigo demostraría el Batallón de Cabrerizas su preparación y valía.
Era el día once de noviembre, el día señalado para la partida. Desde su acuartelamiento, el Batallón de Cabrerizas, nueva Unidad Expedicionaria, con toda su impedimenta de campaña y en correcta formación, iniciaba la marcha con dirección al puerto de Melilla para proceder a su embarque.
Ya en el puerto, la Banda de Música del Regimiento de Infantería nº 52, recibía para despedirlos a estos soldados del Batallón de Cabrerizas con las notas marciales y alegres de las marchas militares que si hubieran podido expresar el sentir de los que las producían, quizá su sonar habría sido el angustioso lamento de la despedida.
Se dio la orden de embarcar y la emoción contenida se desbordó. Frases desgarradoras, abrazos interminables, exclamaciones de angustia y dolor superaron por unos interminables momentos el ambiente patriótico y valeroso y los que se iban y los que se quedaban se fundieron en interminables abrazos, quizá el último para algunos.
Lentamente, lastrados por el dolor de la despedida pero con paso firme y decidido, los soldados de Melilla, de su Batallón de Cabrerizas, subieron por las pasarelas y se adentraron en el interior de los cruceros Miguel de Cervantes y Almirante Cervera que se mecían suavemente a impulsos de un suave oleaje.
Desde las bordas de los barcos mirábamos como nos alejábamos de tierra, mordiendo en nuestro corazón aquel adiós que sabíamos podía ser el último y enviando nuestros besos de despedida con las olas que levantaban las proas de nuestros buques al hender las aguas y que, una vez en la orilla, los liberaban reventando en blanca espuma.
Como cualquiera de aquellos protagonistas, como un expedicionario más, yo flotaba en el ambiente. Mi alma se quedaba entre los míos, rota en pedazos para que todos y cada uno de ellos tuvieran un poco de mí. Mi corazón, huérfano del alma, se revolvía y saltaba en el pecho; también él se despedía de otro corazón, su compañero en la vida y que, al quedarse solo, gemía en su desconsuelo.
Sumergido en aquel ambiente irreal, como un sonámbulo murmuraba: “Adiós, adiós, adiós…”.
Apoyados en la barandilla de cubierta, escondida la mirada tras el velo de incontenibles lágrimas, con los ojos puestos en las parpadeantes lucecillas donde quedaban nuestros hogares, dábamos rienda suelta a nuestro dolor y, amparándonos en la oscuridad, dejábamos que nuestras lágrimas rodasen por nuestras mejillas y cayeran en las aguas de aquel mar para que, en su constante ir y venir, fueran portadoras del testimonio mudo de nuestra más honda pena a Melilla, en donde quedaban nuestros sentimientos más íntimos, nuestros cariños, nuestra ilusión, nuestra alma…
Al poco, con los últimos parpadeos, de las luces que ya casi no se distinguían en la lejanía, la oscuridad se adueñó de nosotros y un velo de profunda tristeza embargó nuestros sentimientos. Acababa de romperse el último hilo que nos mantenía unidos a los nuestros. Con la mirada elevada al cielo, un murmullo de oración de súplica, puso fin a aquel doloroso y triste momento, siempre enmarcado por el cruel interrogante de la incertidumbre.
En el libro, se describe la travesía desde Melilla hasta Villacisneros.
Continúo con la descripción de la plaza en aquellos tiempos tal y como la encontró mi padre...
VILLA CISNEROS
Pequeño poblado estilo colonial, con sabor a marisma, azotado por los vientos, marino uno con sabor de occidente; cálido y seco el otro procedente del desierto y con partículas de arena en suspensión.
Su situación geográfica en nuestra África Occidental Española es ligeramente al sur, entre los paralelos veintitrés y veinticuatro y sobre la línea que señala el Trópico de Cáncer lo que hace que, en ocasiones, su clima parezca casi tropical. Se encuentra en una pequeña península descolgada sobre el mapa como un arrugado apéndice; está limitada al oeste por las aguas del Atlántico y al este por la Bahía del Río de Oro. Cuando sube la marea, las aguas del Atlántico se juntan por el norte cubriendo el istmo que une la península al continente. Tiene este istmo una anchura de tres kilómetros en su parte más estrecha y una longitud de unos diez kilómetros. En toda su extensión es de terreno arenoso con amplias zonas cenagosas, lo que hace que Villa Cisneros, se convierta en un baluarte defensivo, a cubierto de incursiones enemigas procedentes del interior por las dificultades que presenta el cruzar esta faja de terreno.
Su puerto, actualmente en proceso de total remodelación, se alarga buscando mayores profundidades que permitan el recalar de barcos de mayor tonelaje, ya que en su actual situación solo permite la entrada de los pequeños barcos del correo y aljibes que, procedentes de Las Palmas, son los que lo utilizan ahora.
Su núcleo urbano es un simpático pueblito que el celo de unos pocos fue mejorando con alardes de modernas construcciones coloniales. Destaca la Iglesia que en su edificación, de bonitas líneas, cobija a creyentes católicos y musulmanes; en su interior, a las horas del rezo a todos los católicos y fuera, en la sombra que proyectan sus paredes da cobijo a los nativos que allí se suelen sentar; unos y otros ya sea con el nombre de Dios o de Alá se acercan al Señor de aquella morada.
A la caída del atardecer, los católicos oyen en silencio el toque de oración militar, se arría bandera y después se suelen recoger en el interior del templo para elevar al Dios supremo sus corazones y pedir su protección, al mismo tiempo que le dan gracias por todos los beneficios que de Él reciben.
El nativo, conocido como saharaui, junto a las paredes del templo hace resaltar la blancura de sus encaladas paredes por contraste con el negro de su piel y el azul oscuro de sus vestimentas y observa curioso cuanto ocurre. Sus oscuras figuras pensativas y filosóficas, parecen meditar sobre los sucesos con una pincelada melancólica en sus rostros; un pequeño “guayete” sentado en el cerco de una palmera al lado de la Iglesia nos sorprende con su estampa y nos hace pensar que, quizá con el tiempo y ya convertido en un barbudo y meditativo saharaui, piense, al igual que hoy lo hacen sus mayores, al pie de esa misma palmera también ya hecha grande y que creciera al par que él.
Un poco hacia la derecha se encuentra el Fuerte, con su cuadrada y sólida estructura parece dar amparo, en lo material, a su vecina la Iglesia la que, a su vez, da a éste amparo espiritual.
Seguimos visitando el poblado y vemos la casa del General Gobernador, normalmente vacía ya que su Excelencia la ocupa únicamente cuando las necesidades le hacen venir a Villa Cisneros; entonces viste sus galas, la Bandera Nacional hondea en sus almenas y una guardia de nativos saharauis guarda, día y noche, la estancia del General, vistiendo para ello policromados uniformes que resaltan, aun más, con la rigidez y quietud de sus posturas estáticas y firmes como si de soldaditos de plomo se tratase.
Pasamos después al Casino, edificado y levantado para solaz de los que, en sus ratos de ocio, se reúnen allí para cambiar impresiones de los acontecimientos del día mientras sus resecas gargantas se reconfortan con el vivificante frescor de una cerveza, que, en neveras de petróleo, se consigue mantener, impidiendo de esta manera la deshidratación que el agobiante calor provoca.
Al lado de este Casino y entre este edificio y la casa del General Gobernador hay una piscina y una magnífica pista de tenis; la piscina se llena con agua de la bahía por medio de un motor de elevación y sale por gravedad por el otro extremo de la misma con lo que se mantiene una constante renovación. Así se puede disfrutar de un reconfortante baño en un agua limpia, no solo de suciedad, sino que también aleja el peligro de que el bañista vea interrumpido su baño por la presencia de algún marrajo, especie que tanto abunda en aquellas aguas.
Luego están las casas del personal civil destinado allí. Lindas casas de una sola planta y jardín donde el color verde del césped, da una nota alegre a un paisaje donde todo lo domina el amarillo de la arena.
Después los pequeños comercios, casi en su totalidad moros, agrupados en un pequeño zoco dentro del poblado; sus cafetines permiten degustar un vasito de té y, sentados sobre esteras con las piernas cruzadas, hacen que uno se sienta trasladado a países del extremo oriente. Con el constante entrar y salir de los propios del país que después de su salutación, “salam a´leiqum”, se pliegan displicentemente sobre sus piernas y entablan animada charla, oyéndose con frecuencia el rutinario “ha que bat” (conforme) con que cierran sus acuerdos y transacciones; otros se dedican a rezar a su dios en un rezo largo y monótono pasando y repasando, en sus manos, las cuentas de un rosario del que nunca se sabe donde termina, por lo que su plegaria es también interminable.
Otro edificio notable es el Parador de la Compañía Iberia, cuyas habitaciones, de una o dos camas, tienen su lavabo y ducha ¡de agua dulce!, la que, si bien se tiene que economizar, es más que suficiente para el aseo diario.
Estas instalaciones se convirtieron en el cuartel general de los mandos de las unidades, ya que la inesperada llegada de tanta fuerza no era común y, claro está, no existían alojamientos para todos, por lo que nos tuvimos que hospedar en este parador que, por otra parte, cubría con holgura nuestras expectativas.
Por no dejar de citar, las instalaciones que, aunque paralizadas sus obras, estaba montando una compañía pesquera, establecida para la captura de la langosta -que tanto abunda en la bahía- en cuyas grandes naves, algunas aun sin retejar, fueron alojadas las tropas recién llegadas.
Una vez en Villa Cisneros, conducidos por el personal aposentador, fuimos acompañados a los locales señalados para cada unidad. La 3ª Compañía fue aposentada en un local que, si bien era algo reducido, pareció a la gente poco menos que el Palace Hotel. En su duro suelo durmió la fuerza como si lo hiciera en mullidos colchones de plumas pues la necesidad de descanso era mucha y el sueño tampoco faltaba. También nosotros estábamos cansados pero teníamos que ayudar a nuestros anfitriones en la pesada tarea de alojar al resto del Batallón y así fue como, por fin, a las dos de la madrugada, terminado el acomodo, pudimos retirarnos a nuestros alojamientos del Parador de la Compañía Iberia donde, por un módico precio, tuvimos confortable domicilio para el tiempo de nuestra permanencia en Villa Cisneros.
Las necesidades de cocina se cubrieron haciendo hogares apoyados en las paredes a medio terminar, siempre con arreglo a nuestras necesidades. De esta manera se organizó la cocina de tropa con sus cuartos de menestra y se colocaron unos depósitos metálicos que prestó la mencionada compañía pesquera y que iba a utilizar para montar una destiladora. En ellos se almacenaba, con constante vigilancia, el agua que, de manera rigurosísima, se administraba no dando más que aquella que estaba señalada por hombre y día; debido a este control nunca nos faltó el preciado líquido que nos era suministrado periódicamente por un barco aljibe que hacía sus viajes desde las Islas Canarias.
Los Mandos del Batallón comíamos, en un principio, en el Casino Militar. Allí nos hicieron conocer las excelencias del guiso de carne de camello, tan magistralmente condimentado por el cocinero nativo, que nunca hubiéramos sabido su procedencia de no habérnoslo dicho. Esta carne fue durante mucho tiempo después nuestro alimento, alternándose con el riquísimo pescado tan abundante en aquellas aguas. Cuando nos desplazamos al interior, el pescado fue sustituido por otras carnes de mayor calidad que la de camello, e incluso mejor que la de nuestra ternera, como fue la de gacela y desde luego más barata y en mayor cantidad que nuestros posibles suministros nos hubieran permitido; también probamos, y con frecuencia, las de avestruz, oris y arruit e igualmente la de antílope todas ellas de calidad inmejorable.
Posteriormente nos organizamos en imperios en donde, no solo comíamos más a nuestro gusto, sino más económico; en estos imperios preparábamos muy a menudo pescado que, en las horas libres, pescábamos y que nos permitía disfrutar de una calidad y abundancia impensables en tal lugar.
de, por un módico precio, tuvimos confortable domicilio para el tiempo de nuestra permanencia en Villa Cisneros.
Para dormir seguimos haciéndolo en el Parador de Iberia donde conocimos las excelencias de las algas marinas para el rellenado de colchones y que nada tienen que envidiar a la lana; con estas altísimas temperaturas se recogen totalmente secas en la orilla del mar y su mullido es magnífico y duradero además de fresco y, cuando se maceran demasiado, se tiran y se reponen sin ningún problema ya que el mar en esto es bastante generoso.
El suministro de luz eléctrica se lo debíamos a un pequeño grupo electrógeno que, aunque en un principio solo suministraba al sector que nosotros habitábamos, luego se extendió a los locales de la tropa. El otro sector del poblado recibía el suministro de un alternador del campo de aviación que le permitía funcionar de día y de noche con lo que, el personal que habitaba aquella zona disfrutaba de electricidad a cualquier hora del día. En nuestro sector el grupo funcionaba desde las ocho de la tarde a las doce de la noche aunque alguna vez, y por concesión expresa del Delegado del Gobierno, ésta duraba algo más.
Unos días después de nuestra llegada y ya perfectamente instalados, empezamos la instrucción del soldado para la guerra del Sahara. Desde las siete de la mañana y posteriormente más temprano a medida que avanzaba la estación, hasta las once y media se practicaba el ejercicio con armas y sin ellas, necesario para aclimatar al soldado a aquellas extremas temperaturas; esto fue lo que hizo que el personal del Batallón de Cabrerizas no se agotara después en las marchas a través del desierto en el quehacer de la guerra, pues las prácticas y el entrenamiento realizados sirvieron para conocer el desierto y sus rigurosidades y de esta manera la capacidad para sobrevivir en tan hostil medio.
Siguiendo con el horario marcado, a las doce marchaban las unidades con los mandos de Servicio de Semana a bañarse al mar y después, debidamente refrescados, pasaban a comer para, a continuación, descansar en una reparadora siesta de los duros trabajos de la mañana. A continuación tenían sus sesiones de teóricas hasta las seis y, a esta hora, terminaba el día militar pudiéndose dedicar cada uno a lo que quisiera pues era llegada la hora de descanso del soldado y tenían tiempo libre hasta las nueve de la noche hora de reparto de la cena.
En los ratos de asueto, los soldados se desparramaban por los cafetines y las jaimas de los nativos que, aunque en las afueras del poblado y sujetos a estrecha vigilancia, hacían su vida normal lo mismo que antes de surgir el conflicto armado.
El sexo femenino, poco abundante y en su mayoría de raza negra, era la distracción de los soldados; por cuatro perras se podía asistir a una típica danza del país interpretada por aquellas mujeres, que, unas veces con ropa y otras sin ella, danzaban frenéticamente haciendo las delicias de los espectadores.
Algunos menos escrupulosos solicitaban sus favores siendo todo cuestión de precio y harto caro pagaban este favor, las sobras de unos días o el dinero recibido de los familiares, iban a parar a las insaciables bolsas de aquellas mujeres. Como es lógico se les prohibía y vigilaba ya que la pestilencia del trato con ellas lo padecían todos pues impregnaba el cuerpo de los que mantenían intimidad y costaba muchísimo perderlo. Estos servicios de vigilancia redujeron en lo posible este contacto pues su infección llenaba de olor los locales de las compañías, además de una cohorte de parásitos, grandes y pequeños, que se tenían que combatir con constantes desinfecciones de los dormitorios. Al final se impuso la repugnancia, al deseo y, salvo en muy contadas ocasiones, aquello terminó.
Los Mandos de la Unidad podían, previa solicitud, marchar de vez en cuando a Las Palmas con permiso. El desplazamiento lo hacían en las estafetas militares, viejos Junker que salían los miércoles y viernes. Personalmente nunca solicité estos permisos pues, a mi entender, no merecía la pena, para disfrutar de dos días más o menos alegres, sufrir las, para mí, interminables horas dentro de un Junker; sin duda esto solo tenía justificación por la aversión que me produce el levantar mi cuerpo de tierra firme, especialmente si esto supone un capricho innecesario.
Este capítulo lo he querido colgar entero porque supongo que, para los que conocisteis el Sahara, os traerá muchos y buenos recuerdos...
Continúo con los primeros días de estancia en Villa Cisneros...
LA PREPARACIÓN
Cuando nuestro Batallón llegó Villa Cisneros, allí estaba la 4ª Bandera de la Legión que sin duda esperaba nuestra llegada, pues pocos días después marchaba para El Aaiun. En aviones de transporte llegados al efecto, en perfecto orden y con la moral y el espíritu que siempre caracterizó a estas fuerzas, la Legión fue embarcando entre canciones y vítores a los que nosotros correspondíamos desde tierra. ¡Así es la vida del soldado de la Legión y, podríamos decir, de todos los soldados de España, no sabían donde iban, probablemente a combatir y sin embargo todo eran vítores y alegría…!
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El día veintiuno de noviembre, se organizó una salida para reconocer el istmo y los alrededores de Villa Cisneros. A tal fin, los Jefes y Oficiales del Batallón, a excepción de los que estaban de servicio, salimos en dos Jeeps. En nuestro primer contacto con el istmo, plácido y tranquilo en aquel momento, no podíamos suponer los trabajos y fatigas que, en grado sumo, nos costaría en su día.
Durante esta salida pudimos ver zorros del desierto, animal más parecido al lobo que al zorro en especial por su tamaño. También vimos nuestras primeras gacelas, ligeras como el viento y de estilizadísima figura que nos parecía mentira que pudieran sostenerse sobre patas tan finas y la “jabara” o gallina del desierto, animal muy parecido a nuestras gallinas pero que puede volar y mantenerse en el aire como cualquier ave volátil.
Antes de retirarnos nos asomamos al Atlántico que, en aquella parte del litoral, golpea con bastante furia y pudimos ver algunos marrajos merodeando por la costa. Alguien propuso que bajáramos de los vehículos para estirar las piernas y de paso coger algún marisco que, como los mejillones y percebes, sabíamos abundaban y en tamaños poco corrientes. Aceptada la idea por nuestro Teniente Coronel, descendimos con todo tipo de precauciones por aquellas piedras; pese al cuidado puesto, no pudimos evitar los remojones pero, al final, mereció la pena: ¡que mejillones! y ¡que percebes!... como descripción y para poder hacerse una idea, diré que, uno de estos mejillones, una vez cocinados no cabía en la boca quedando fuera de la misma más de la mitad, eran enormes y muy sabrosos. Y los percebes, igualmente quedaba fuera de la boca tanto como eras capaz de morder. Realmente, estos “bichitos”, eran como nos habían dicho y siempre nos habíamos resistido a creer.
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Después de esta pequeña aventura nos dispusimos a regresar, lo que no parecía empresa fácil; en aquellos lugares, todo son enormes extensiones de las que nunca se ve el final. El paisaje es siempre igual y la ausencia de referencias hace que el orientarse sea muy complicado; finalmente y gracias a los guías nativos que nos acompañaban pudimos regresar sin ningún contratiempo.
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El día veintitrés de noviembre recibimos la noticia del ataque que fuerzas rebeldes habían llevado a cabo contra Sidi Ifni; aquello caló hondo en nuestros ánimos pues nos hacía ver que antes o después tendríamos que entrar en combate.
A partir de ese momento, nuestros programas de instrucción sufrieron una intensificación se preparó un turno de patrullas para los oficiales y se empezaron a montar servicios nocturnos pues desconocíamos las intenciones de los rebeldes para con aquella guarnición y además la marcha de la Legión podía haberlos envalentonado.
Los días siguientes transcurrieron con la variada monotonía del programa de instrucción, los despliegues y temas tácticos se intensificaron y en las teóricas se insistía en la manera de hacer la guerra de los nativos del Sahara y se daban instrucciones para contrarrestar sus argucias.
Esta monotonía solamente era rota por la llegada, los martes, del avión de Iberia en el que normalmente venía el correo. Satisfacciones para unos, desilusiones para otros según fuéramos agraciados con la, tan esperada, carta de los familiares. ¿Por qué en la distancia se ha de empeñar uno en que es olvidado…? Que lejos de la verdad semejante pensamiento y, sin embargo, se suele creer así y máxime cuando el esperado correo nos deja sin nuestras, tan anheladas, noticias.
Voy poniendo los fragmentos más característicos pues colgar el libro entero es demasiado...
El día quince de aquel mismo mes el dispositivo defensivo entró en una nueva fase. El Batallón asumió toda la seguridad y adoptó un despliegue para tener controlado, tanto Villa Cisneros, como sus alrededores.
La 1ª compañía entró en posición al otro lado de la Bahía en un enclave denominado El Aargub, lugar donde, hasta ese momento, se encontraba una sección de Automovilismo y los talleres y que, por considerar el Mando que no era suficiente dado el cariz que iba tomando la situación, hizo pensar en la necesidad de mandar fuerza a guarnecerla.
A la 3ª Compañía le mandaron entrar en posición constituyendo un cinturón defensivo alrededor de Villa Cisneros. A tal efecto se adoptó el siguiente dispositivo: un pelotón, dotado de una estación de radio, se situó al sur, a dieciséis kilómetros del poblado, en el extremo de la península donde un mes antes efectuó su desembarco el Batallón; la posibilidad de que los rebeldes pudieran hacer una incursión por aquel lugar, aunque difícil no era imposible.
Contorneando la costa, hacia el noroeste se encuentra un faro llamado Aciprés, en el se encontraban presos algunos rebeldes detenidos en aquella zona, entre ellos el hijo de un señalado cabecilla al que denominaban el Príncipe Azul; próxima a este lugar se encuentra la emisora central de radio. Para dar seguridad a ambas instalaciones entró otro pelotón, que dio seguridad al faro, reforzado con una escuadra más para asegurar la emisora.
Ascendiendo hacia el norte, a unos treinta kilómetros antes del istmo y cruzando la lengua de tierra de oeste a este, se encontraban las líneas llamadas Fortines; organizadas por las fuerzas de la Legión antes de que les releváramos, estaban compuestas por unos antiguos fortines –lo que les dio el nombre- y unas alambradas que se habían instalado para el control de las caravanas de nativos que entraban y salían de Villa Cisneros. Sobre esta línea, a unos seis kilómetros del poblado quedó establecido el grueso de la Compañía.
La Plana Mayor, la 2ª Compañía y la Compañía de Ametralladoras, salvo un pelotón agregado a la línea de Fortines, permanecieron en el poblado.
Situación de los distintos lugares y emplazamientos...
En estos menesteres y con total tranquilidad transcurría el tiempo y un día nos avisaron de la llegada del Batallón Expedicionario Castilla 16 que, procedente de la península, venía a guarnecer Villa Cisneros ya que, el Batallón de Cabrerizas, tendría que entrar en los destacamentos del interior del desierto y porque, próxima a iniciarse la ofensiva contra los rebeldes y al estar prevista la salida de nuestra Unidad con esta misión, la plaza quedaría desguarnecida.
Durante los siguientes días, convivimos, ambas Unidades, en la hermandad de la Infantería que, una vez más, se mostraba con toda su fuerza. Juntos hacíamos los servicios y juntos veíamos pasar los días con desesperante y monótona lentitud. Fue triste como se rompió este rutinario vivir por lo ocurrido en El Aargub, al otro lado de la Bahía, y que hizo que, por primera vez, se vertiera la sangre de nuestros valientes muchachos del disciplinario Cabrerizas.
En un momento determinado, ordenaron al Batallón de Cabrerizas preparar un pelotón para enviarlo a guarnecer el faro de Cabo Bojador, punto que días antes los rebeldes habían atacado y destruido y hechos prisioneros a sus moradores.
Sobre este asunto copio y pego un fragmento de la carta en la que mi padre nos cuenta sobre aquel incidente. Al final no fueron al faro, que fue ocupado por la Infantería de Marina, pero el pasaje es interesante...
"…Hoy he preparado un Pelotón de mi Compañía que marcha a Cabo Bojador a un fortín a cuatrocientos kilómetros de donde estamos y a doscientos quince del teatro de la guerra; esto nos hace suponer que repartiendo las unidades tanto, es seguro que nos dejen aquí.
No puedes suponerte lo mucho que siento que se me lleven este Pelotón (quince hombres), escogidos entre los mejores y peleándose por ser elegidos, para una empresa muy difícil en la que es posible que pierdan la vida, cosa que les dije seriamente, pero que no les arredró lo más mínimo; ¿puedes creer que lloré de satisfacción y de emoción? Los soldados son buenos todos pero tengo el orgullo de creer que los míos son los mejores.
En varias ocasiones te he dicho que los corrigendos son más dignos de compasión que de castigo; nunca perdí la confianza en ellos y ahora veo que estaba en lo cierto. Tuve que escoger (dificilísima tarea) corrigendos por su veteranía y teníais que ver su voluntad para ir al Fortín de Cabo Bojador, solo porque el Capitán Del Campo se lo pedía, para cumplir una misión encargada a la Compañía. ¡Que grandes son y que pequeño me hacen…!
Como eran muchos los Cabos que se presentaron para ir voluntarios, hubo uno que me pidió que le señalase pues todos tenían padres y él ya los había perdido por lo que tenía derecho para ir el primero. Todos y cada uno me venían con sus argumentos pero la suerte les marcó. Yo los hice soldados y el orgullo y la conciencia no me dejan señalarles; la suerte les marcará y que Dios los bendiga pues les admiro. Sólo tienen una pena y es que yo no les pueda acompañar pues dicen que les doy mucha confianza con mis actos y palabras. Puede que sea verdad pero basta una petición mía o una orden del Teniente Coronel y ya están peleándose por ir donde sea.
Siempre me dices que quiero a esta Compañía y es verdad, la quiero y hoy la admiro pues es la mejor del Batallón aunque se me tilde de vanidoso…"