Preguntas y adivinanzas

Para evitar el uso del libro diario para estos fines.
Enrique Delgado
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Re: Preguntas y adivinanzas

Mensaje por Enrique Delgado »

Ayer, tuve suerte, hable por fin con el Sr. expistolo de Cabrerizas y me fui al medico y mientras esperaba, pensando en el Sr. natural de Extremadura, me salio lo siguiente:

Tenía ardiente amargor,
y se encontraba muy mal,
con dolor estomacal
y con molesto picor.
El paciente fue al doctor
con gran temor.
Era el médico orgulloso,
presumía de su ciencia,
carecía de paciencia,
era fatuo y vanidoso.
Pero era grande el dolor
y el paciente fue al doctor
con gran temor.
El médico recetó
para curarle del mal,
lo escribió de forma tal
que ninguno lo entendió.
No lo descifró el lector
y el paciente fue al doctor
con gran temor.
Tras presumir de paciencia
repite la prescripción,
mas sigue la confusión
y es la muerte consecuencia.
Se comprende, con dolor,
que el paciente fue al doctor
con gran temor.
Una estúpida secuela,
pues para el galeno adulto
era mostrarse un inculto
escribir como en la escuela.
No hay quien escriba peor
y el paciente fue al doctor
con gran temor.
Un abrazo
Antiguo territorial del 74 al 75
Enrique Delgado
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Re: Preguntas y adivinanzas

Mensaje por Enrique Delgado »

Córdoba, 26 del 11 de 2009.
Por un escrito mio, hace poco plasmado en este tema " Preguntas y Adivinanzas", el Sr. Don Julio Muñoz escribio lo siguiente:
De verdad, amigo Enrique, me lo he leído “enterito” y sin respirar. Cuando me toque guardia, aprovecharé el silencio de la noche del desierto para “desliar” tanta filosofía y tanto recoveco.

Para cuando te caigas de la siesta, espero que me ayudes a resolver este difícil problema de geometría sahariano-nómada:

¿Cuántos sacos de serrín tengo que darle a mi camello Siroquín para que “suelte” un tablón de 6 metros de largo en el campo de las margaritas?

Hala, a pensar, y sin calculadora.

Un abrazo.

Con la autorización del ex-pistolo Alber Marin Ausin

Comenzare respondiendole(cariñosamente) con una anecdota que me sucedio hace algun tiempo.
Amigo Julio
Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que éste afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada.
Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo por ser miembro del consejo escolar. Leí la pregunta del examen y decía: "Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro". El estudiante había respondido: "Lleva el barómetro a la azotea del edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y mide. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio".
Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente. Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de sus de estudios, obtener una nota más alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.
Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física. Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara.
En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: "Coge el barómetro y lánzalo al suelo desde la azotea del edificio, calcula el tiempo de caída con un cronómetro. Después se aplica la formula altura = 0,5 por A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio".
En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota mas alta. Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.
Perfecto, le dije, ¿y de otra manera? Sí, contestó; este es un procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el numero de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Este es un método muy directo.
Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento mas sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.
En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su periodo de precesión. En fin, concluyó, existen otras muchas maneras.
Probablemente, siguió, la mejor sea coger el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo.
En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares) Evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.
Oju, oju....oju
Un abrazo
Antiguo territorial del 74 al 75
Albert Marin Ausin
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Re: Preguntas y adivinanzas

Mensaje por Albert Marin Ausin »

En esta ocasión, la adivinanza es un desafio para los aficionados al balompié (también se puede decir fútbol, y hay quien pronuncia "fúbol" o "fúmbol").

Pues bién, ¿que jugador es el de la foto? y ¿para qué equipo estaba jugando?. La "afoto" es del Noviembre del 1962.

Os voy a dar una pista: El que le acompaña es el masajista Antonio Alujas.

Imagen

A ver quien es el capaz de la segunda respuesta, pues la primera es facilona.

Saludos
Albert Marín
Albert Marin Ausin
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Re: Preguntas y adivinanzas

Mensaje por Albert Marin Ausin »

Amigo Pepe de “Boquerolandia”, contesto a tu pregunta: Di Estefano todavía pertenecía al Real Madrid (su último o penúltimo año como “merengue”) en esta foto. Lleva la camiseta del Nastic (Gimnastico de Tarragona). En Noviembre del 1962, el Real Madrid y el Nastic jugaron un partido amistoso. La “Saeta Rubia” Jugó media parte con cada equipo, por eso luce la camiseta de “mi equipo”.

No recuerdo si pasó al Español en el 63 o el 64, pues yo fui socio infantil del Nastic durante estos dos años y vi al gran jugador defendiendo la camiseta blanquiazul en un partido amistoso. Aunque hace tantísimos años, todavía me acuerdo de la gran clase que tenía, a pesar que ya era un poco maduro.

También llegué a ver a Kubala en otro partido amistoso con el Español. En aquella época el Nastic estaba en 3ª y cuando jugaba con equipos de 1ª siempre eran partidos amistosos.

El Nastic llegó a vapulear al Real Madrid ¡en Madrid!, :lol: claro que aquello pasó en los años cuarenta, cuando los tarraconenses estuvieron en primera división.

Actualmente apenas sigo el fútbol. Ya hace muchos años que dejó de interesarme.

Un abrazo
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