Mi llegada a Cabrerizas

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Albert Marin Ausin
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Mi llegada a Cabrerizas

Mensaje por Albert Marin Ausin »

Tengo escrito el relato de mi paso por el Sahara. No lo publico porque es largo y estoy convencido que carece del interés para leerlo entero. Pero para seguir aportando contenido sahariano a la Web, iré poniendo periódicamente algún que otro pasaje, sin orden establecido.

Mi llegada a Cabrerizas, finales de Junio del 1974

Un expectante centinela levanta la barrera para permitir la entrada a la columna de más de doscientos nuevos soldados. La ociosa guardia ha salido a curiosear el acontecimiento. Jamás el batallón, en este cuartel, ha recibido tantos soldados de un mismo remplazo. Cabrerizas ha dejado de ser un batallón de castigo y pasa a ser táctico. Según se comenta, seremos los encargados de la protección directa de Fosbucraa, la mina y la cinta transportadora que a lo largo de unos cien kilómetros transcurre desde Bucraa hasta la costa.

Formados en el centro del patio de armas, observo que el perímetro lo forma una construcción continua de planta baja, de paredes blancas y puertas y ventanas verdes. Parece ser que principalmente son los dormitorios. Un monolito situado excéntricamente en el patio y, sobre él, el mástil con una deshilachada bandera que ondea ligeramente al suave viento del norte. Apenas media docena de soldados transitan por el patio con gesto curioso.

Un sargento del BIR que nos ha acompañado, hace la transferencia del “rebaño humano” a tres sargentos que, con la listas en la mano, van llamándonos por nombres y formando tres grupos, uno por Compañía. A mí me toca la 2ª y compruebo con satisfacción que a Fernando también.

El cabo furriel nos entrega mantas, sábanas y una funda nueva que tenemos que coser al colchón de espuma, colocarlo en la litera que nos han asignado y hacer la cama. No nos han dado ni hilo ni aguja, pero muchos lo llevamos encima y, sin mayores problemas y con técnica no muy depurada, cosemos la funda que será nuestra compañera de noches. Después nos permiten pulular por el patio de armas y resto de lugares comunes “abiertos al público”, los cuales se limitan, además del propio patio, a las letrinas y, cerca de ellas, descubrimos un relativamente amplio cuarto con aseos y grifo, pero verificamos que de ellos no sale ninguna gota, quizás es que dan
el agua a horas determinadas. Mantenemos la esperanza de que dispondremos del líquido elemento para nuestra higiene.

A las 6 de la tarde, Fernando y yo estamos a la espera de que abran la cantina, cuando vemos entrar un camión Pegaso “Comet” al patio de armas, cargado con un nutrido grupo de soldados, todos de pie en la caja descubierta. Según van saltando al suelo, veo que llevan la ropa muy sucia de polvo y cemento, las caras serias y el gesto cansado. Al pasar a nuestro lado, notamos que desprenden un fuerte olor a sudor. Uno bajito y enjuto, muy fibroso, se planta delante de nosotros y con vehemencia nos dice:

-¡Chavales!.. ¿Ya sabéis a donde habéis venido?... ¡Que nos os pase nada!... ¡ Por el día trabajaréis como esclavos construyendo un cuartel y por la noche haréis refuerzos y patrullas!... ¡Yo soy el “belloto”! -Y bajando el tono y volumen, acaba diciendo:
-No os preocupéis por las ”pastillas”, acabamos tan cansados que no tenemos ganas hacerlas.

Un poco impactados y preocupados ante la posibilidad de formar parte de la brigada de trabajos, nos dirigimos a la cantina antes de que esta quede colapsada. Al entrar veo con alegría que a la derecha hay una humilde biblioteca y varias filas de pupitres.

Vamos familiarizándonos con el cuartel y pronto nos damos cuenta que aquello no es demasiado confortable, las letrinas solamente tienen cuatro o cinco “excusados”, en lo lavabos definitivamente no hay agua y, por lo que comentan los veteranos, no la habrá. Los dormitorios, son de reducidas medidas, para no más de treinta o cuarenta personas, pero sin embargo lo ocuparemos más de cien, según he contado el número de camas. El milagro de hacer caber a tantos soldados, consiste en montar alturas de literas de tres pisos y adosarlas en grupos de seis, dejando unos pasillos laterales de apenas medio metro y, el central, de apenas un metro. El problema será cuando toquen diana, ya veremos cómo más de cien soldados se las ingenian para bajar de la litera, vestirse y salir al ritmo de turuta. A mí me ha tocado un tercer piso al fondo del dormitorio. Sin duda, el ambiente será cálido y con gran olor de humanidad...
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MANUEL FURIO PERPIÑA
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Re: Mi llegada a Cabrerizas

Mensaje por MANUEL FURIO PERPIÑA »

Compañero Sahariano y Cabrero Albert. Saludarte de nuevo como hicimos en Zaragoza. Es agradable ver tu comentario de la llegada al Bon. Mas o menos, a mi y resto de compañeros tuvimos la misma impresión de la llegada. En los últimos de mis dias alli, ya se anunciaba un acontecimiento como tú relatas.

Estuvimos en un Cuartel que a lo largo de su estancia allí, sufrió bastantes cambios.

Saludos.

R/70 3º 71/72 Bon. de CABRERIZAS.
Albert Marin Ausin
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Re: Mi llegada a Cabrerizas

Mensaje por Albert Marin Ausin »

Compañero Manuel, como Cabrero que eres (o fuistes), has "reconocido" mi relato. Aunque los que estuvisteis antes de nuestra llegada, no padecistéis el colapso. No eran instalaciones para tantos soldados. Claro que si retrocedemos en el tiempo, en otros lugares, seguro que estuvieron en condiciones peores.

Un abrazo
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