Re: Trato recibido del Ejercito.
Publicado: 13 Nov 2011 18:56
Compañeros saharianos, esta noche he vuelto a soñar que volvía a la mili por segunda vez. Sé que es algo común entre muchos de nosotros. Nos pasaba con más intensidad durante los meses siguientes de haber sido licenciados. Con los años, la frecuencia iba espaciándose hasta casi desaparecer. El descubrimiento de la web de Juan Piqueras me refrescó la memoria y, de tarde en tarde, el sueño repetitivo se sucede, aunque con mucha menos intensidad que hace treinta y tantos años.
No me ha quedado ningún trauma psíquico del periodo pasado en el Sahara, por lo menos conscientemente, pero por lo que parece, en el subconsciente sí.
El sueño de esta noche lo he tenido con el capitán que me amargó durante varias semanas, casi siempre es con él.
Hoy, aprovechando que estoy un poco pachucho por un desconsiderado resfriado que tiene a bien obligarme a estar semi-postrado en el sofá, he repasado el apartado sobre “El trato recibido en el ejército”.
Muchos compañeros ya han hecho un análisis con el que estoy de acuerdo. Añadiría más, pero no quiero ser redundante, sin embargo, transcribo un trocito de mi relato sobre las memorias en Cabrerizas (relato que quizás, una vez acabado, lo publique, ya veremos):
El 4 de Agosto nos deparan una sorpresa: Rigurosa revista de pelo, ropa y estado de los dormitorios. Se reparten los castigos:
*Una semana de prevención por aspecto desaliñado.
*Un día de prevención por no ir bien afeitado.
*De un día a una semana de prevención por llevar el pelo demasiado largo o la ropa poco limpia.
*Barrer durante las horas libres, de un día a una semana, a los que no tengan debidamente guardadas todas sus pertenencias en el petate.
Esta eran las diferentes sentencias del teniente Reyes, cumpliendo, probablemente, con las órdenes del teniente coronel.
Me libro de castigos, pero el teniente advierte que debo afeitarme los pelillos de mi poca barba, barba que me venía afeitando una vez a la semana, dado que soy bastante barbilampiño y que disimula la falta de rasurado.
La inesperada revista por sorpresa, ocasiona que a partir de las seis de la tarde y durante una semana, la prevención (cuerpo de guardia) se colapsa por la enorme cantidad de arrestados. Como sea que tal cantidad de cuerpos no pueden yacer en el suelo por falta de espacio, a partir del toque de silencio, los diferentes sargentos de guardia mandan a su dormitorio a buena parte de los castigados, con el consiguiente júbilo por parte de los agraciados.
El arresto a prevención, consiste en estar recluido en el cuerpo de guardia desde las 6 de la tarde hasta el toque de diana del siguiente día. Solamente podemos ausentarnos para las necesidades, con el permiso de sargento. Dormir se hace directamente en el duro suelo, estando prohibido el colchón, con lo que por la mañana, acostumbraban a dolerte todos los huesos.
Agosto, habitual mes de vacaciones en la vida de muchos civiles, no está siendo muy favorable para la tropa de Cabrerizas. El viento, entre breves treguas, nos está castigando mucho. La disciplina, no solo no se relaja, sino que aumenta. El sargento “Gimeno” que está de semana, nos ha prohibido sentarnos sobre la litera durante el día. Esta excesiva “disposición”, nos obliga a escribir sentados en el suelo del patio, ya que en la cantina hay solamente una mesa con dos bancos, del todo insuficiente para un batallón de más de quinientos soldados. Si por lo menos la biblioteca no la hubiesen desmantelado para transformarla en almacén de víveres.
No acabo de entender qué pasa por la cabeza del sargento, no tiene bastante con humillarnos frecuentemente con la correa al salir de dormitorio al toque de diana, que ahora nos niega el acomodo en nuestra “casa”, teniendo en cuenta que la litera es nuestro único refugio: Sala de estar, dormitorio, biblioteca, lugar para escribir o leer las cartas, rincón de descanso, de tertulia…. Como de pie no cabemos todos en el barracón, el patio, batido muy frecuentemente por el viento, y la cantina, totalmente huérfana de sillas y de reducido espacio, son las alternativas.
Mientras los soldados de las otras dos Compañías pueden reunirse en sus barracones, los de la 2ª deambulamos por el patio, lugar incómodo donde se cosechan arrestos: Podemos ser castigados si vamos sin gorra, por no saludar correctamente e, incluso, por estar sentados en el suelo. Solamente nos sentimos libres de acoso desde el toque de silencio hasta el de diana, durmiendo.
Durante todo mi relato, expongo las condiciones en Cabrerizas-I, cuartel en el que la severidad y los castigos eran excesivos. Un Batallón en que un porcentaje importante de la guarnición se dedicaba a construir un cuartel, con el “negrero” teniente “polvorilla” como capataz y “abofoeteador”, sin cobrar nada y en condiciones que actualmente cualquier inspector de trabajo encarcelaría al patrón.
Por otra parte, en el viejo cuartel (no demasiado), no teníamos agua para una mínima higiene, ni espacio humano ni siquiera para el descanso. Las letrinas eran insuficientes y apestosas.
La memoria es selectiva, “escondiendo” lo negativo. Escribiendo el relato, sacado de mi especie de diario que son las cartas que escribí, en las que a pesar de “endulzarlas” para disimular la realidad, he recordado muchísimos detalles que ya había olvidado.
Concluyo que, en aquel cuartel carente de medios para ir presentables en el vestuario y la higiene, en lugar de ser compresivos con nuestra situación, durante unos meses nos impusieron una severidad imposible de cumplir. No, el trato recibido en Cabrerizas no fue correcto. Entonces no entendía por qué nos trataban de aquella manera, hoy tampoco….Quizás haya una explicación: El teniente coronel (procedente de la legión), militar ortodoxo, estaba obsesionado en convertir el Batallón en una unidad de élite y de férrea disciplina, tipo espartano…¡QUE DIVERTIDO! Para él, claro.
Escribo todo esto sin rencor, pero es que hay que escribir la historia objetivamente. No puedo estar más de acuerdo con lo que dijo el general Sanz en el encuentro de la "Operación Madroño", según explica el compañero Emilio Cisneros
Saludos
El furri errante
No me ha quedado ningún trauma psíquico del periodo pasado en el Sahara, por lo menos conscientemente, pero por lo que parece, en el subconsciente sí.
El sueño de esta noche lo he tenido con el capitán que me amargó durante varias semanas, casi siempre es con él.
Hoy, aprovechando que estoy un poco pachucho por un desconsiderado resfriado que tiene a bien obligarme a estar semi-postrado en el sofá, he repasado el apartado sobre “El trato recibido en el ejército”.
Muchos compañeros ya han hecho un análisis con el que estoy de acuerdo. Añadiría más, pero no quiero ser redundante, sin embargo, transcribo un trocito de mi relato sobre las memorias en Cabrerizas (relato que quizás, una vez acabado, lo publique, ya veremos):
El 4 de Agosto nos deparan una sorpresa: Rigurosa revista de pelo, ropa y estado de los dormitorios. Se reparten los castigos:
*Una semana de prevención por aspecto desaliñado.
*Un día de prevención por no ir bien afeitado.
*De un día a una semana de prevención por llevar el pelo demasiado largo o la ropa poco limpia.
*Barrer durante las horas libres, de un día a una semana, a los que no tengan debidamente guardadas todas sus pertenencias en el petate.
Esta eran las diferentes sentencias del teniente Reyes, cumpliendo, probablemente, con las órdenes del teniente coronel.
Me libro de castigos, pero el teniente advierte que debo afeitarme los pelillos de mi poca barba, barba que me venía afeitando una vez a la semana, dado que soy bastante barbilampiño y que disimula la falta de rasurado.
La inesperada revista por sorpresa, ocasiona que a partir de las seis de la tarde y durante una semana, la prevención (cuerpo de guardia) se colapsa por la enorme cantidad de arrestados. Como sea que tal cantidad de cuerpos no pueden yacer en el suelo por falta de espacio, a partir del toque de silencio, los diferentes sargentos de guardia mandan a su dormitorio a buena parte de los castigados, con el consiguiente júbilo por parte de los agraciados.
El arresto a prevención, consiste en estar recluido en el cuerpo de guardia desde las 6 de la tarde hasta el toque de diana del siguiente día. Solamente podemos ausentarnos para las necesidades, con el permiso de sargento. Dormir se hace directamente en el duro suelo, estando prohibido el colchón, con lo que por la mañana, acostumbraban a dolerte todos los huesos.
Agosto, habitual mes de vacaciones en la vida de muchos civiles, no está siendo muy favorable para la tropa de Cabrerizas. El viento, entre breves treguas, nos está castigando mucho. La disciplina, no solo no se relaja, sino que aumenta. El sargento “Gimeno” que está de semana, nos ha prohibido sentarnos sobre la litera durante el día. Esta excesiva “disposición”, nos obliga a escribir sentados en el suelo del patio, ya que en la cantina hay solamente una mesa con dos bancos, del todo insuficiente para un batallón de más de quinientos soldados. Si por lo menos la biblioteca no la hubiesen desmantelado para transformarla en almacén de víveres.
No acabo de entender qué pasa por la cabeza del sargento, no tiene bastante con humillarnos frecuentemente con la correa al salir de dormitorio al toque de diana, que ahora nos niega el acomodo en nuestra “casa”, teniendo en cuenta que la litera es nuestro único refugio: Sala de estar, dormitorio, biblioteca, lugar para escribir o leer las cartas, rincón de descanso, de tertulia…. Como de pie no cabemos todos en el barracón, el patio, batido muy frecuentemente por el viento, y la cantina, totalmente huérfana de sillas y de reducido espacio, son las alternativas.
Mientras los soldados de las otras dos Compañías pueden reunirse en sus barracones, los de la 2ª deambulamos por el patio, lugar incómodo donde se cosechan arrestos: Podemos ser castigados si vamos sin gorra, por no saludar correctamente e, incluso, por estar sentados en el suelo. Solamente nos sentimos libres de acoso desde el toque de silencio hasta el de diana, durmiendo.
Durante todo mi relato, expongo las condiciones en Cabrerizas-I, cuartel en el que la severidad y los castigos eran excesivos. Un Batallón en que un porcentaje importante de la guarnición se dedicaba a construir un cuartel, con el “negrero” teniente “polvorilla” como capataz y “abofoeteador”, sin cobrar nada y en condiciones que actualmente cualquier inspector de trabajo encarcelaría al patrón.
Por otra parte, en el viejo cuartel (no demasiado), no teníamos agua para una mínima higiene, ni espacio humano ni siquiera para el descanso. Las letrinas eran insuficientes y apestosas.
La memoria es selectiva, “escondiendo” lo negativo. Escribiendo el relato, sacado de mi especie de diario que son las cartas que escribí, en las que a pesar de “endulzarlas” para disimular la realidad, he recordado muchísimos detalles que ya había olvidado.
Concluyo que, en aquel cuartel carente de medios para ir presentables en el vestuario y la higiene, en lugar de ser compresivos con nuestra situación, durante unos meses nos impusieron una severidad imposible de cumplir. No, el trato recibido en Cabrerizas no fue correcto. Entonces no entendía por qué nos trataban de aquella manera, hoy tampoco….Quizás haya una explicación: El teniente coronel (procedente de la legión), militar ortodoxo, estaba obsesionado en convertir el Batallón en una unidad de élite y de férrea disciplina, tipo espartano…¡QUE DIVERTIDO! Para él, claro.
Escribo todo esto sin rencor, pero es que hay que escribir la historia objetivamente. No puedo estar más de acuerdo con lo que dijo el general Sanz en el encuentro de la "Operación Madroño", según explica el compañero Emilio Cisneros
Saludos
El furri errante