'Apunten!, Disparen! Fueeego!'
Publicado: 05 Nov 2006 22:19
Para celebrar mi registro en los foros, consideré aportar un relato breve en el apartado de ANECDOTAS, por ejemplo, sobre una experiencia extraordinaria que viví en el Cuartel del IV Tercio, al poco de llegar a él, pero he decidido abrir nuevo tema porque creo que no se trata sólo de un suceso curioso, sino de una tragedia relevante.
Antes de continuar, os invito a echar un vistazo a “mi cuartel” (Temas Indirectamente Relacionados con la Mili en el Sahara, GOOGLE EARTH 1, o foto aérea # 188 del Viaje al Sahara 05). Como podéis ver, exactamente frente a la entrada del cuartel, al sureste del patio de armas, casi al borde del acantilado, se ve una pequeña estructura en medio de dos de mayor tamaño. El 1962 no existía ninguna de ellas (Tampoco estaba la piscina que se construyó después al sur de la estructura que se ve a la derecha). En dicho lugar, no había nada; yo nunca vi nada –excepto por el poste que clavaron un día para parar los balazos que iban a atravesar el pecho de un legionario asesino. (Hechos: Durante la rutinaria revista de armamento, el Cabo detectó la presencia de arena en el cañón del MAUSER del legionario, al que propinó una bofetada. El legionario, en vez de callar la boca –como debió hacer-- insultó al Cabo. Al concluir el castigo de 15 días de pelotón, el legionario volvió a dormir en el barracón de su compañía. Una noche se levantó sin que nadie le oyese, agarró un MAUSER, se acercó sigilosamente a la litera del Cabo, y le reventó la cabeza a culatazos mientras dormía. Aproximadamente un mes después, el legionario fue ejecutado en presencia de los efectivos de la IX y X Banderas en el mismo lugar donde se encuentra la pequeña estructura).
Como tantas otras mañanas, el radiante sol sahariano se elevó sobre el Aargub tranquilo, al otro lado del agua inquieta de la Bahía de Villa Cisneros. Los impecables uniformes y las impecables capas de la jerarquía de nuestras Fuerzas Armadas y de la Iglesia Católica en la zona, no eran los protagonistas; el protagonista era el legionario de aspecto desaliñado que entre un Teniente y un Capellán atravesaba el patio, lentamente, como entumecido por el miedo, como si las promesas de salvación en otro mundo que parecía hacerle el clérigo no le mereciesen crédito en el único al que aún sin remedio seguía aferrándose. Una vez atado al poste, se dejó vendar los ojos. En posición de firmes, nuestros jóvenes corazones oyeron el grito: ¡Fueee-go!, y latieron apresurados mientras desfilamos junto al poste donde yacía el cuerpo inerte, mientras olimos el aroma fresco de su malograda existencia, mientras vimos el águila bordada y solemne que se izaba en ocasiones festivas, mientras escuchamos la alegría contagiosa de los pasodobles con que nos obsequiaba la banda...
Mucho se ha dicho y escrito sobre la pena capital, tanto en pro como en contra de ella; lejos de mi intención meterme de lleno en ese tema. Enseñar, matando, que matar no está bien, no pasa de ser una ilusión trágica. El propósito de la pena capital es la retribución. Por lo demás, la interpretación de su constitucionalidad depende de los Altos Sacerdotes de la Justicia. Los de Europa están en contra; los de aquí, a favor --36 estados tienen estatuto de pena capital, incluyendo California-- y los de China no sólo ejecutan anualmente de 3 a 4.000 criminales civiles, sino que, encima, venden sus órganos –corazones, riñones, hígados—antes de entregar las cenizas a los familiares. Los criminales militares de este país, por cierto, han venido librándose de la ejecución desde 1961. Actualmente, creo que hay seis reos en Fuerte Leavenworth, Kansas –incluyendo al Sargento Hassan Akbar, que asesinó a dos oficiales en Kuwait, antes de la invasión de Irak...
Lo que de veras quería decir y compartir con vosotros es que --si no entonces, con 18 años recién cumplidos-- con el tiempo comprendí la significación de aquel izado de bandera, la significación de aquellos pasodobles. Creo sinceramente que de no haber podido beneficiarme de ambos consuelos, me hubiera costado mucho disipar el extraño sentimiento de culpabilidad que se apodera de todo bien nacido al ver cómo otro ser humano pierde la vida.
Saludos, saharianos.
Antes de continuar, os invito a echar un vistazo a “mi cuartel” (Temas Indirectamente Relacionados con la Mili en el Sahara, GOOGLE EARTH 1, o foto aérea # 188 del Viaje al Sahara 05). Como podéis ver, exactamente frente a la entrada del cuartel, al sureste del patio de armas, casi al borde del acantilado, se ve una pequeña estructura en medio de dos de mayor tamaño. El 1962 no existía ninguna de ellas (Tampoco estaba la piscina que se construyó después al sur de la estructura que se ve a la derecha). En dicho lugar, no había nada; yo nunca vi nada –excepto por el poste que clavaron un día para parar los balazos que iban a atravesar el pecho de un legionario asesino. (Hechos: Durante la rutinaria revista de armamento, el Cabo detectó la presencia de arena en el cañón del MAUSER del legionario, al que propinó una bofetada. El legionario, en vez de callar la boca –como debió hacer-- insultó al Cabo. Al concluir el castigo de 15 días de pelotón, el legionario volvió a dormir en el barracón de su compañía. Una noche se levantó sin que nadie le oyese, agarró un MAUSER, se acercó sigilosamente a la litera del Cabo, y le reventó la cabeza a culatazos mientras dormía. Aproximadamente un mes después, el legionario fue ejecutado en presencia de los efectivos de la IX y X Banderas en el mismo lugar donde se encuentra la pequeña estructura).
Como tantas otras mañanas, el radiante sol sahariano se elevó sobre el Aargub tranquilo, al otro lado del agua inquieta de la Bahía de Villa Cisneros. Los impecables uniformes y las impecables capas de la jerarquía de nuestras Fuerzas Armadas y de la Iglesia Católica en la zona, no eran los protagonistas; el protagonista era el legionario de aspecto desaliñado que entre un Teniente y un Capellán atravesaba el patio, lentamente, como entumecido por el miedo, como si las promesas de salvación en otro mundo que parecía hacerle el clérigo no le mereciesen crédito en el único al que aún sin remedio seguía aferrándose. Una vez atado al poste, se dejó vendar los ojos. En posición de firmes, nuestros jóvenes corazones oyeron el grito: ¡Fueee-go!, y latieron apresurados mientras desfilamos junto al poste donde yacía el cuerpo inerte, mientras olimos el aroma fresco de su malograda existencia, mientras vimos el águila bordada y solemne que se izaba en ocasiones festivas, mientras escuchamos la alegría contagiosa de los pasodobles con que nos obsequiaba la banda...
Mucho se ha dicho y escrito sobre la pena capital, tanto en pro como en contra de ella; lejos de mi intención meterme de lleno en ese tema. Enseñar, matando, que matar no está bien, no pasa de ser una ilusión trágica. El propósito de la pena capital es la retribución. Por lo demás, la interpretación de su constitucionalidad depende de los Altos Sacerdotes de la Justicia. Los de Europa están en contra; los de aquí, a favor --36 estados tienen estatuto de pena capital, incluyendo California-- y los de China no sólo ejecutan anualmente de 3 a 4.000 criminales civiles, sino que, encima, venden sus órganos –corazones, riñones, hígados—antes de entregar las cenizas a los familiares. Los criminales militares de este país, por cierto, han venido librándose de la ejecución desde 1961. Actualmente, creo que hay seis reos en Fuerte Leavenworth, Kansas –incluyendo al Sargento Hassan Akbar, que asesinó a dos oficiales en Kuwait, antes de la invasión de Irak...
Lo que de veras quería decir y compartir con vosotros es que --si no entonces, con 18 años recién cumplidos-- con el tiempo comprendí la significación de aquel izado de bandera, la significación de aquellos pasodobles. Creo sinceramente que de no haber podido beneficiarme de ambos consuelos, me hubiera costado mucho disipar el extraño sentimiento de culpabilidad que se apodera de todo bien nacido al ver cómo otro ser humano pierde la vida.
Saludos, saharianos.