un domingo cualquiera en Hagunia

[Julián Ródenas Sánchez]

Crónica de un Domingo cualquiera en la base de Hagunía


En el año de 1969 éramos alrededor de 65 “europeos” y 70 naturales del país acompañados ellos por sus familias y emplazados a unos 600 metros del acuartelamiento .Un grupo numeroso , creo yo que predominante, éramos los valencianos . Por las mañanas , después de levantarnos y desayunar con varios seven-ups , los más , acelerábamos las faenas del día para dedicarnos a escribir cartas a nuestras novias , amigos y familiares . Esperábamos a la avioneta , pilotada por un asalvajado chaval con categoría o rango de Sargento , que nos traía noticias , víveres frescos y al capellán que , por cierto era teniente y de Mota del Cuervo .He de decir que la diana la debía anunciar el “turuta “ con su cornetin , pero el nómada que estaba a su cargo ni sabía ni creo yo que en su larga carrera militar lo hizo sonar ni una sola vez , por lo que avisaba a cada uno la hora de levantarse .La avioneta , a veces , se retras aba y las excusas del sargentito eran las de siempre ... “he tenido una noche movidita con una nena “y la historia era casi siempre la misma para poner los dientes largos a la tropa . Si la hora fijada no era cumplida la orden del Capitán era seguir con el plan previsto y unos , la mayoría , jugaban al fútbol en liguilla con los nativos que ganaban casi siempre . El ronroneo del motor de la portadora de noticias se oía desde lejos y dando unas pasadas por encima de los barracones pasaba entre la estrecha abertura de la puerta principal poniendo en un inmenso riesgo la vida de sus dos ocupantes .El teniente Cura debía de celebrar la santa Misa , pues para eso había venido , pero la tropa estaba en lo suyo y tenía plena libertad para asistir o no al acto . Siempre daba con el nómada Suso Bailo de Zaragoza , que ensimismado con sus lecturas en inglés y sedado con los cigarrillos Rothman King Size ayudaba a la celebración sin demasiada resistencia . Después de una ansiada ducha con agua salada , aseados todos , acudíamos a la Cantina que era el lugar más frecuentado por todos , mucho más que el propio dormitorio o sala , y el correo estaba allí en un montón junto a las revistas y libros a los que nuestro Jefe de Base estaba suscrito y ponía a disposición de los ávidos lectores . El domingo en Hagunía , si el avezado aviador se había acordado de recoger los arreglos de la paella , como son el pollo , el conejo y el garrofó un compañero de Almácera de Valencia hacía unas paellas de ensueño . Creo que se llamaba o se llama Calaforra y su arte lo aprendió en la huerta valenciana de antes , pues ahora son PAI que han destruido a cambio del vil metal la riqueza heredada de los ancestros moros . Para los valencianos esa reunión , en la sahia , era como respirar aire puro después de el asfixio de la lejanía de nuestra tierra . Éramos ocho .
Después de comer cada uno realizaba las faenas de lavado de ropa y ponía al corriente su correo , tranquilamente , sin estrés ni nada parecido a las prisas para pasar revista y entrar en un cine a ver lo que echaban .
La biblioteca de la Compañía tenía más de cien títulos y recuerdo haber leído Hernán Cortés de Salvador de Madariaga así como Opiniones de un payaso de Gunter Grass y varias novelas de Alvaro de la Iglesia , tambien algo de don Camilo J. Cela .
Allí hojeé por primera vez el Play Boy en inglés y algunas revistas del Ejército .
Quiero hacer ver a los compañeros de mili del Sahara la importancia de estar en un sitio inhóspito cumpliendo un servicio obligado y estar rodeado de oficiales , muy cercanos a las necesidades de los subordinados , compartiendo el mismo sol inclemente , las mismas moscas aborrecibles bandadas incapaces nosotros de aniquilar , y creando un clima distendido y apacible