SAHARA ESPAÑOL, CRONICA DE UN ABANDONO ANUNCIADO

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J. L. Brugal Zopeque
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SAHARA ESPAÑOL, CRONICA DE UN ABANDONO ANUNCIADO

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Hola a todos,

Para quién le pueda interesar, saludos Saharianos,

JLBZOPEQUE

Sahara Español. Crónica de un abandono anunciado
Por Desert st0rm, lunes 21 agosto 2006 a las 23:43 :: General :: #310 :: rss
En octubre de 1975 un periódico editado en el Sahara español publicó una noticia que anunciaba su futura cesión a Marruecos. Ello desencadenó un gran revuelo y quien tomó la decisión de primar esta información, el autor del presente artículo, sufrió represalias. Cuando se cumplen treinta años de ese episodio, Pablo-Ignacio de Dalmases lo revive.
http://www.cliorevista.wanadoo.es/clio/ ... 063_1.html

Pablo-Ignacio de Dalmases Todo periodista que se precie tiene una secreta ambición: conseguir un scoop, aquella noticia absolutamente novedosa que puede cambiar la percepción de una situación concreta. Pero pienso que tan importante como levantar una noticia ¿o más¿ es tener sensibilidad para apreciar en una información aparentemente secundaria la carga para convertirla en titular de primera plana. Ese sexto sentido fue el que me permitió meterme en un buen lío la noche del 23 al 24 de octubre de 1975.

Estaba trabajando en El Aaiún, capital de la todavía provincia del Sahara español, en unos momentos en los que España había anunciado su propósito de descolonizar el territorio mediante el ejercicio del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui, de acuerdo con la doctrina de Naciones Unidas. A tales efectos, una comisión del Comité de Descolonización de la ONU había estado de visita en la primavera anterior. Todo hacía presagiar que se celebraría un referéndum para consagrar el nacimiento de un nuevo Estado. Pero Marruecos ¡que reivindicaba la anexión de diversos países africanos, entre ellos el Sahara! se opuso rotundamente y promovió un dictamen del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya que no le fue favorable. Respondió con una operación audaz, la Marcha Verde, una especie de ocupación pacífica del territorio. A todo ello se sumó la enfermedad terminal de Franco, que cogió al Gobierno de Carlos Arias entre varios fuegos cruzados y por ende en una clara situación de debilidad.

Había llegado a El Aaiún en octubre de 1974 contratado por el Gobierno General del Sahara para dirigir la emisora local. Así, bajo la dependencia del secretario general del Gobierno, el coronel Luis Rodríguez de Viguri, Radio Sahara se convirtió en un órgano adecuado para emitir informaciones veraces y creíbles, con creciente aceptación por parte de la sociedad nativa, cuyas aspiraciones tratábamos de interpretar y canalizar.

Viguri, un militar atípico (pues era licenciado en Filosofía y Letras y en Derecho), entendió que la tarea informativa realizada desde la radio debía ser completada con un medio impreso. Por ello, me propuso lanzar un diario que debía atender a la vez los intereses de los lectores en castellano y en hassani, el dialecto local. El empeño no era fácil, porque las disponibilidades técnicas eran a todas luces escasas. En El Aaiún solo existía la imprenta del Gobierno, con una única máquina de offset y el resto con la tipografía más obsoleta. En ella se utilizaban caracteres latinos, lo que planteaba la incógnita de cómo hacer páginas en árabe. Además, no teníamos teletipo: en toda la ciudad solo existía el del Gobierno General. Sin embargo, Viguri arregló de inmediato lo del teletipo: consiguió que la agencia Efe encauzara su caudal informativo por el del Gobierno. Cada equis tiempo un soldadito arrancaba el papel impreso y corría hasta nuestra Redacción. En cuanto a las páginas en árabe, la solución fue aún más sencilla: como disponíamos de máquinas de escribir con tales caracteres, los textos se pasaban sobre papel blanco y luego se insolaban cual si fuesen fotografías. Las páginas no quedaban perfectas, pero eran legibles y presentables.

No es momento de relatar la peripecia de los cinco meses en que publicamos el nuevo diario, La Realidad, que despertó enorme expectación por su tono distante del oficial y, en la medida de lo posible, por informar con amplitud acerca de lo que allí ocurría. Así, en los momentos álgidos de la crisis del Sahara, numerosos corresponsales españoles desplazados allí hicieron buen uso de lo que publicábamos, aunque la mayoría ¿como suele suceder¿ no citó la fuente.

En ese marco, en la noche del 23 de octubre de 1975 y entre toda la maraña de informaciones sobre la Marcha Verde, las gestiones de las partes implicadas, los cabildeos en la ONU, la situación en el territorio y el ambiente en Madrid (con Franco en estado agónico), llegó una noticia aparentemente inocua, pero que puso en alerta el sexto sentido que debemos tener en situaciones excepcionales. Muley Abdallah, hermano del rey marroquí Hasan II, había hecho unas manifestaciones en las que decía que, a pesar de toda la tensión que reinaba en esos días, la sangre no llegaría al río y España y Marruecos acabarían entendiéndose.... previa cesión por nuestra parte del Sahara a este último país.

Era una perita en dulce. Titulé la noticia con el mayor dramatismo posible y ordené su inclusión en cabecera de portada, a toda plana. Entregado a tales menesteres me encontró Juan Segura Palomares (un veterano periodista barcelonés que oficiaba esos días de enviado especial de su diario), quien, con la sabiduría que da la edad, no recuerdo bien si me desaconsejó publicar la noticia o me recomendó relegarla a un lugar discreto del interior. No le hice caso.

Lo publicado por La Realidad el 24 de octubre de 1975 cayó en El Aaiún como una bomba y los ejemplares se agotaron en un par de horas. Durante la mañana, todo transcurrió con aparente normalidad, aunque la tensión se captaba en el ambiente. Pero por la tarde me llamaron con cierta urgencia del Gobierno General. Viguri, mi jefe natural y con quien había establecido una perfecta compenetración, se hallaba en Madrid (aparentemente de permiso, pero en realidad disconforme con lo que empezaba a ocurrir) y me recibió su sustituto accidental, un oficial llamado Valdés. Este me dijo, de parte del gobernador Gómez de Salazar ¿quien no consideró oportuno dar la cara¿, que la noticia de marras había sido un error y se había decretado mi destitución inmediata de todos mis cometidos profesionales y la clausura del periódico. Segura Palomares, que describió esos momentos con fidelidad en un libro hoy olvidado pero muy interesante, El Sahara, razón de una sinrazón (1975), dice que la decisión fue tomada por presiones de la Capitanía General de Canarias. Fuera quien fuese el responsable, esta constituyó un verdadero dislate. En primer lugar, porque, si la noticia había podido alarmar al anunciar el abandono del Sahara, más alarmó acallar el periódico y sumir el territorio en una absoluta oscuridad informativa. Y en segundo lugar, porque una vez más se culpabilizó de un mensaje no a su emisor directo, sino al mensajero, pues la fuente original de la noticia había sido la agencia Efe.

Quiero poner punto final a este relato diciendo que, a los cuatro días y ante la tensión reinante en la capital del Sahara, las Fuerzas Armadas hicieron lo que nunca habían hecho en un siglo de presencia española: decretar el toque de queda y acordonar la ciudad europea, separándola de la nativa con una alambrada que solo se podía cruzar a través de pasos sometidos a estricta vigilancia. Como la convivencia entre ambas comunidades había sido siempre pacífica y no discriminatoria, tuvieron que hacer encaje de bolillos para separar barrios en los que todos compartíamos el espacio. Con fino sentido del humor, los estrategas de la situación tuvieron la delicadeza de dejarme fuera de la ciudad europea, a ver qué me pasaba.

Lo que pasó fue que se presentó cierta noche en mi casa del extrarradio de seguridad un piquete de la Policía Territorial para detenerme. Una vez en su cuartel, un pequeño grupo de oficiales metropolitanos al mando de un tal Labajos (actuando al margen de sus mandos naturales y deshonrando el uniforme que llevaban) me amenazó de muerte por haber dicho desde el periódico las verdades que habría preferido ignorar y me conminó a marchar lo antes posible. Pero, reintegrado Viguri a su puesto y enterado del desaguisado, puso coto a tales desmanes, aunque hubo de esperar a que nuestro Ejército colonial abandonara humillado desde Villa Cisneros el territorio para, investido durante unos pocos días de plenas facultades gubernativas ¿¡también a él lo iban a destituir en seguida por hablar demasiado claro!¿, restablecer la justicia vulnerada. Anécdotas personales aparte, aquellos polvos trajeron estos lodos: el Sahara sigue siendo un problema irresuelto para los saharauis, para Marruecos... ¡e incluso para España!
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