FOS-BUCRAA, LA CIA Y EL SAHARA

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J. L. Brugal Zopeque
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FOS-BUCRAA, LA CIA Y EL SAHARA

Mensaje por J. L. Brugal Zopeque »

Hola Saharianos,

Para quién le pueda interesar, saludos Saharianos,

JLBZOPEQUE

CORAZÓN SIN CORAZA
Por Ismael Medina
SAHARA, MARRUECOS, LOS FOSFATOS Y USA
La visita del sátrapa marroquí al Sahara anexionado ha puesto sobre el tapete una cuestión harto vidriosa de la que nadie quería darse por enterado, salvo el Frente Polisario. Los medios se ocuparon con insistencia de la incursión de Mohamed VI en su anexionado predio sahariano para que le aclamaran doscientos mil súbditos marroquíes, allí forzosamente desplazados con miras al referéndum de autodeterminación requerido desde hace años por la ONU, convertido en el cuento de nunca acabar.
Durante esos días menudearon los artículos profesorales, ninguno de cuyos autores traspasó los límites del tópico. Conviene por ello exhumar algunos datos olvidados, u ocultados, de los sórdidos manejos que condujeron a la famosa "marcha verde", patrocinada por los Estados Unidos y favorecida por errores políticos de España, algunos de ellos facciosamente excitados mediante insidiosas maniobras.
El Frente Polisario, que ahora se lamenta y busca el apoyo de España para sus aspiraciones independentistas, no percibió en sus inicios, ni hasta después de la "marcha verde", que estaba siendo instrumento de un conflicto de intereses internacionales a costa de España. Bien es cierto que muy pocos en España olfatearon el verdadero trasfondo del problema, el cual no era otro que el control del yacimiento de fosfatos de Fos-Bucraa, amén de la reservas minerales cuya existencia no convenía y del riquísimo banco pesquero del litoral sahariano.
González Mata, que fue jefe de estancia de la CIA en España, aporta sobre el tema datos asaz sugestivos en su libro Les vrais maitres du monde, editado en Francia y nunca en España, a diferencia de otros anteriores. Resumo el capítulo que trata de la "estrategia del hambre", vinculada la "estrategia de la energía" y a la "estrategia del terror", las tres vinculadas a una estrategia básica de dominio mundial.
Los departamentos científicos bajo control de la CIA habían predicho un largo período de sequía, cuya duración calculaban en unos diez años. Y como José en Egipto, que no necesitó de tecnología científica para prevenir la que se le venia encima al valle del Nilo, el centro de poder del capitalismo mundialista se dispuso a aplicar su receta, merced a la cual se ganó la confianza del faraón para luego expoliarlo.
Los ideas matrices de la "estrategia del hambre" eran muy simples: quien controla la producción mundial de fertilizantes controla la agricultura; y quien controla el comercio mundial de productos agropecuarios, controla los circuitos de alimentación.
El yacimiento de fosfatos de Fos-Bucraa, junto al existente en Marruecos, a medias entre Hassan II y una multinacional norteamericana con accionariado preferente del grupo Rockefeller, suponía entonces el 82% de la producción mundial de fosfatos. Su control, añadido al de otros fertilizantes minerales en otras partes del mundo, desembocaría en el perseguido control mundial de los abonos minerales que la agricultura precisaría.
Una prueba del obsesivo interés de los centros de poder capitalista por los fosfatos del Sahara la encontré al estudiar la biografía del influyente magnate judeonortemericano Armand Hammer, personaje clave en lo que Jacques Bergier denominó, dando título a uno de sus libros, "la guerra secreta del petróleo". Hammer fue gran amigo de Lenín, con el que había acordado la creación de empresas mixtas en el sector del petróleo y en otros estratégicos, una vez que la revolución bolchevique los estatizara. Odiaba a Stalin porque arruinó aquellos acuerdos. Pero reanudó sus amistosas componendas con los presidentes de la URSS poststalinista. Y fue precisamente quien amañó los encuentros entre Reagan y Gorbachov, ashkenazi como su antecesor Andropov, o Andoprian en su pasado armenio, promotores ambos del derrumbamiento del comunismo soviético.
Armand Hammer trató de negociar con Carrero Blanco la adquisición del 20% del capital de Fos-Bucraa. El entonces presidente del gobierno se negó en redondo, suscitando el enojo de Hammer y de los grandes financieros multinacionales que le acompañaban en la operación. No sólo arreció la presión armada del Frente Polisario, respaldada por la atención partidaria de sus acciones en los grupos mediáticos. La cinta de transporte de los fosfatos, difícil de defender por su longitud, se convirtió en objetivo preferente de las acciones polisarias. El terreno estaba preparado para que la "marcha verde" se activara en el momento de mayor debilidad de la política española: el cercano fallecimiento de Franco, de todo punto previsible.
Hay que retrotraerse al período agónico de Franco para mejor entender el ánimo concesivo que se apoderó de los titulares de centros españoles de decisión en aquella crucial coyuntura. En particular, el último y dramático Consejo de Ministros que presidió el Generalísimo.
Consciente de su grave estado de salud, los médicos que le atendían aconsejaron a Franco que se abstuviera de asistir a la reunión del Consejo de Ministros. Este les respondió que su deber era servir a España aunque le costase la vida. Endosó el uniforme militar y entró en la sala de consejos bajo la atenta y discreta vigilancia médica. Durante la reunión sufrió hasta seis incidentes cardiacos, los cuales aguantó estoicamente. Dos, y muy lacónicas, fueron sus órdenes en relación con el Sahara y la "marcha verdes", de cuyos preparativos estaba perfectamente informado (nunca fió en un solo servicio y contrastaba lo que producían los cinco que le aportaban informes): contener la "marcha verde" enérgicamente con métodos antidisturbios, como si se tratara de una gran manifestación; y defender a toda costa el Sahara aunque costase una guerra con Marruecos.
La prolongada agonía de Franco tras aquel último Consejo de Ministros creó entre sus componentes un perturbador estado de confusión y de pareceres encontrados que ni el futuro monarca, investido conforme a ley de poderes delegados de Jefe de Estado, ni el presidente del Gobierno acertaron a contener. Al desconcierto y a la indecisión contribuyeron los informes que aportaba la sección correspondiente del Alto Estado Mayor, de la que era titular el general Gutiérrez Mellado. Tales informes, los cuales deben conservarse en los archivos si no fueron destruidos como tanta documentación desaparecida tras el transaccionismo democratizador, daban cuenta de que en las unidades destacadas en el Sahara cundía el desánimo, que se percibía en la oficialidad y la tropa sin ánimo de lucha, y que los medios eran insuficientes.
Lo llamativo y desconcertante del caso era que los informes aportados por los mandos militares del Sahara y los servicios de información castrense evidenciaban todo lo contrario: la moral de los mandos y la tropa era muy alta, los medios eran suficientes y su poder resolutivo sería incontenible si se reforzaban convenientemente desde Canarias, muchos saharaui que estaban a la expectativa de los acontecimientos les apoyarían si España daba claras muestras de defender el territorio a toda costa... ¿En qué tramo de la cadena informativa se falseó la realidad? ¿Y quién o quienes estaban interesados en confundir al gobierno y en facilitar la conspiración del mundialismo, de la que se beneficiaba Hassan II en muy superior medida que Marruecos? La respuesta a estas dos preguntas aclararía sin duda las causas veraces del incumplimiento de las dos últimas órdenes de Franco que consumaron la maniquea entrega del Sahara sin resistencia alguna.
Juan Blanco y yo intentamos escribir un libro sobre la "marcha verde" y la entrega del Sahara sin resistencia alguna ni exigencia de contraprestaciones. El penúltimo gobernador del Sahara, el teniente general de Santiago, nos abrió sus archivos, de cuyos documentos fundamentales guardamos copia. Machacamos la hemeroteca y realizamos numerosas entrevistas. Pero se cerraron en banda algunos de los que, por su posición en aquellos tiempos, poseían información crítica para esclarecer aspectos clave de lo sucedido. Tampoco me fue útil el encuentro que un común amigo me facilitó en su casa con los tenientes generales Álvarez Arenas y Gómez de Salazar. Durante la entrevista, en más de una ocasión crispada, ambos se mantuvieron a la defensiva y sus silencios y rechazos me indujeron a confirmar unas cada vez más consistentes presunciones. Desistimos finalmente ante la imposibilidad de franquear los muros de silencio con que tropezamos. Otros, sin embargo, se prestaron a escribir al dictado, contribuyendo a la desorientación de los españoles.
Ahora, con motivo de la incursión de Mohamed VI en sus posesiones saharianas, la ONU ha comenzado a desmantelar los servicios que había dispuesto para el cumplimiento de sus resoluciones relativas al referéndum, tantas veces viciosamente aplazado. Es obvio que los altos dirigentes de la ONU han asistido impasibles a la infiltración de grades contingentes de marroquíes empobrecidos para otorgarles patente saharaui e inclinar el referéndum en su favor. La inhibición de los cuadros dirigentes de las Naciones Unidas tiene su explicación, reforzada por lo acaecido a raíz del 11 de septiembre. En la ONU mandan los Estados Unidos. Y el gobierno norteamericano, sea demócrata o republicano, no es otra cosa que el instrumento operativo del todopoderoso poder financiero mundialista, nucleado en el círculo interior de la Orden y de cuyo círculo exterior forman parte organizaciones tan influyentes como el CFR, el Club de Bilberderg, la Comisión Trilateral, el Pugwab, los IIA, el Foro de Davos, el Club de Roma, la Fundación Gorbachov, el FMI, el Banco Mundial...
La partitocracia española, en la que ejercen una inequívoca influencia el núcleo de poder de la Orden y sus ramas instrumentales, asistirá pasivamente a la total succión del Sahara y del banco de pesca colindante por el sátrapa marroquí. Ni la derecha ni la izquierda teóricas moverán un dedo para respaldar las aspiraciones saharaui que, hoy por hoy, asume el Frente Polisario, persuadido ya de que su lucha contra el dominio español sólo benefició al rey de Marruecos y al gran capitalismo. Ni tan siquiera la razonable medida de otorgar la doble nacionalidad a los saharaui que entonces disponían del DNI español (algunos lo exhiben todavía) y a sus descendientes.
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