Momentos en el Sahara
Publicado: 24 Nov 2009 11:09
(trasladado del Libro Diario)
La última visita al Parador Nacional de El Aaiún.
El parador Nacional de El Aaiún, era uno de los sitios entre otros varios, que solía frecuentar a menudo.
Me gustaba muchísimo sentarme en su patio a tomar un refresco, la verdad es que no me importaba que fuera un sitio más caro que los demás, o que siempre estubiera lleno de nuestros mandos, me recordaba vagamente a los patios de la Alhambra, y todos lo considerábamos un sitio emblemático.
Ante las órdenes de evacuación, y sintiendo que ya nos íbamos a ir, para no volver nunca más, quise despedirme simbolicamente de la ciudad, y qué mejor sitio que El Parador Nacional para hacerlo, tomando allí la última cerveza y recordando tantas y tantas anécdotas y vicisitudes ocurridas allí en el Sahara.
Quizás sea también posible, que junto a mi compañero de Sevilla, Oswaldo de la 13 Compañía, seamos los últimos integrantes de tropa paracaidista en entrar al Parador Nacional de El Aaiún.
Era la tarde del 25 de Noviembre de 1.975, ya no quedaba población civil en el Sahara, ya que ésta, había sido evacuada semanas antes.
El ejército marroquí, ya había entrado en El Aaiún, y la capital estaba siendo dividida con barreras, alambradas y bidones con piedras y arena.
Las barreras, a modo de control de aduana eran provisionales y movibles, (posiblemente las cogerían de algún cuartel ya entregado, o directamente de la chatarra) y cada día se iban trasladando, más y más hacia el centro de El Aaiún.
Las barreras estaban todas controladas por la Legión por el lado español, y ya no se podían cruzar hacia el otro lado, de hecho para poder ir al Parador, ya había que dar un pequeño rodeo.
Todas las calles estaban casi totalmente vacías, sin coches y sin gente, tampoco había ya taxis, ni bares ni comercios, y compañeros militares paseando tampoco había ninguno, todo el mundo estaba o bien acuartelado, o de servicio, o simplemente preparando ya todos los equipos y materiales, que iban a ser evacuados.
El Aaiún que todos habíamos conocido, en cuestión de tres semanas, había desaparecido por completo.
En aquellas circunstancias a la calle solo podíamos salir vestidos de faena con las trinchas puestas, equipados con la hoja de la bayoneta enfundada, y dos granadas de mano, correcta y debidamente enfundadas.
El Parador se encontraba practicamente vacío, solamente había un grupo de cinco ó seis suboficiales, (solo recuerdo de ellos que pertenecían a cuerpos de reemplazo), estaban plantados junto a la barra, a todos ellos, incluyendo al personal de servicio del Parador, se les veía serios y aburridos, con cara de querer irse a la Península o a Canarias cuanto antes, y ya no había absolutamente nadie más allí.
Cual fue mi sorpresa y alegría al entrar al patio y encontrarme allí dentro, con mi amigo sevillano Oswaldo, también de la 13 Compañía, y que igualmente había tenido la misma idea que yo, en acercarse por última vez al Parador.
Oswaldo y yo, estuvimos cerca de una hora, completamente solos en aquel patio, hablando de nuestras cosas, y de todas las circunstancias ocurridas en los días pasados, y de nuestras familias, y por supuesto de lo inaudito que era estar en el Parador, vestidos de faena y armados como íbamos, un mes antes, aquello hubiera sido algo impensable.
Así fueron estos últimos momentos en El Aaiún, al día siguiente a mediodía, el Cuartel Paracaidista de El Aaiún, se quedaba vacío para siempre, y nos íbamos todos camino del Pantalán de Cabeza Playa, a embarcar con el buque TA 11 Aragón, rumbo a Canarias.
La última visita al Parador Nacional de El Aaiún.
El parador Nacional de El Aaiún, era uno de los sitios entre otros varios, que solía frecuentar a menudo.
Me gustaba muchísimo sentarme en su patio a tomar un refresco, la verdad es que no me importaba que fuera un sitio más caro que los demás, o que siempre estubiera lleno de nuestros mandos, me recordaba vagamente a los patios de la Alhambra, y todos lo considerábamos un sitio emblemático.
Ante las órdenes de evacuación, y sintiendo que ya nos íbamos a ir, para no volver nunca más, quise despedirme simbolicamente de la ciudad, y qué mejor sitio que El Parador Nacional para hacerlo, tomando allí la última cerveza y recordando tantas y tantas anécdotas y vicisitudes ocurridas allí en el Sahara.
Quizás sea también posible, que junto a mi compañero de Sevilla, Oswaldo de la 13 Compañía, seamos los últimos integrantes de tropa paracaidista en entrar al Parador Nacional de El Aaiún.
Era la tarde del 25 de Noviembre de 1.975, ya no quedaba población civil en el Sahara, ya que ésta, había sido evacuada semanas antes.
El ejército marroquí, ya había entrado en El Aaiún, y la capital estaba siendo dividida con barreras, alambradas y bidones con piedras y arena.
Las barreras, a modo de control de aduana eran provisionales y movibles, (posiblemente las cogerían de algún cuartel ya entregado, o directamente de la chatarra) y cada día se iban trasladando, más y más hacia el centro de El Aaiún.
Las barreras estaban todas controladas por la Legión por el lado español, y ya no se podían cruzar hacia el otro lado, de hecho para poder ir al Parador, ya había que dar un pequeño rodeo.
Todas las calles estaban casi totalmente vacías, sin coches y sin gente, tampoco había ya taxis, ni bares ni comercios, y compañeros militares paseando tampoco había ninguno, todo el mundo estaba o bien acuartelado, o de servicio, o simplemente preparando ya todos los equipos y materiales, que iban a ser evacuados.
El Aaiún que todos habíamos conocido, en cuestión de tres semanas, había desaparecido por completo.
En aquellas circunstancias a la calle solo podíamos salir vestidos de faena con las trinchas puestas, equipados con la hoja de la bayoneta enfundada, y dos granadas de mano, correcta y debidamente enfundadas.
El Parador se encontraba practicamente vacío, solamente había un grupo de cinco ó seis suboficiales, (solo recuerdo de ellos que pertenecían a cuerpos de reemplazo), estaban plantados junto a la barra, a todos ellos, incluyendo al personal de servicio del Parador, se les veía serios y aburridos, con cara de querer irse a la Península o a Canarias cuanto antes, y ya no había absolutamente nadie más allí.
Cual fue mi sorpresa y alegría al entrar al patio y encontrarme allí dentro, con mi amigo sevillano Oswaldo, también de la 13 Compañía, y que igualmente había tenido la misma idea que yo, en acercarse por última vez al Parador.
Oswaldo y yo, estuvimos cerca de una hora, completamente solos en aquel patio, hablando de nuestras cosas, y de todas las circunstancias ocurridas en los días pasados, y de nuestras familias, y por supuesto de lo inaudito que era estar en el Parador, vestidos de faena y armados como íbamos, un mes antes, aquello hubiera sido algo impensable.
Así fueron estos últimos momentos en El Aaiún, al día siguiente a mediodía, el Cuartel Paracaidista de El Aaiún, se quedaba vacío para siempre, y nos íbamos todos camino del Pantalán de Cabeza Playa, a embarcar con el buque TA 11 Aragón, rumbo a Canarias.