Se me murió una amiga.
Publicado: 05 Feb 2010 13:57
Ayer, cuatro de Febrero se me murió una amiga. Ayer, día mundial del cáncer, el cáncer mató a mi amiga Isabel. Las radios y televisiones estaban llenas de gente enviando mensajes de optimismo, historias de superaciones de la enfermedad a veces milagrosas. Es verdad, hay quien se salva y retoma su vida, pero sólo se les oye a ellos: los muertos no tienen voz.
Isabel luchó valientemente, con entereza, durante más de tres años. Hasta cuando estaba mal sonreía y, casi, nos animaba a los demás. Hizo todo lo que le propusieron y afrontó el mal con una serenidad digna de encomio.
Nos conocimos hace casi 40 años, cuando mi amigo de la infancia Mundo me la presentó. Después vinieron los hijos y todos los veranos juntos.
El mar era una de sus pasiones y dos de sus domicilios (Coruña y Sada) lo tuvieron como paisaje próximo. En Coruña, en cuanto el termómetro superaba los 22 o 23 grados y el sol brillaba, Isabel, apoyada en su frase “hace un sol de espatarrar”, bajaba a la playita de San Amaro o a las rocas adonde tomaban el sol los nudistas, camino de la Torre de Hércules, y se pasaba la mañana bronceándose, sin acercarse al agua, a la que no sé si temía o, simplemente, no le atraía.
Junto a mi mujer, Blanca, fantaseaba con África. Yo le hablaba del Sahara, del enorme sol en el atardecer, allá en Cabeza de Playa, cuando la mili. Pero, aun gustándole el desierto, lo que más le atraía, y donde iba a ir “de todas todas”, era a la sabana. La imagen de las acacias con las jirafas ramoneando entre las espinas, los elefantes recortándose en el horizonte, el Kilimanjaro… todo era maravilloso y allí iban a ir las dos, con o sin maridos. No pudo ser, la enfermedad se cebó con ella y quebró todos sus sueños.
Ayer se me murió una amiga y quizás os preguntéis porqué lo publico en esta Web si no tiene relación con la mili en el Sahara. Simplemente, cuando algo nos hace daño buscamos el hombro amigo, y eso es para mi esta Web.
Perdonad el exabrupto.
Isabel luchó valientemente, con entereza, durante más de tres años. Hasta cuando estaba mal sonreía y, casi, nos animaba a los demás. Hizo todo lo que le propusieron y afrontó el mal con una serenidad digna de encomio.
Nos conocimos hace casi 40 años, cuando mi amigo de la infancia Mundo me la presentó. Después vinieron los hijos y todos los veranos juntos.
El mar era una de sus pasiones y dos de sus domicilios (Coruña y Sada) lo tuvieron como paisaje próximo. En Coruña, en cuanto el termómetro superaba los 22 o 23 grados y el sol brillaba, Isabel, apoyada en su frase “hace un sol de espatarrar”, bajaba a la playita de San Amaro o a las rocas adonde tomaban el sol los nudistas, camino de la Torre de Hércules, y se pasaba la mañana bronceándose, sin acercarse al agua, a la que no sé si temía o, simplemente, no le atraía.
Junto a mi mujer, Blanca, fantaseaba con África. Yo le hablaba del Sahara, del enorme sol en el atardecer, allá en Cabeza de Playa, cuando la mili. Pero, aun gustándole el desierto, lo que más le atraía, y donde iba a ir “de todas todas”, era a la sabana. La imagen de las acacias con las jirafas ramoneando entre las espinas, los elefantes recortándose en el horizonte, el Kilimanjaro… todo era maravilloso y allí iban a ir las dos, con o sin maridos. No pudo ser, la enfermedad se cebó con ella y quebró todos sus sueños.
Ayer se me murió una amiga y quizás os preguntéis porqué lo publico en esta Web si no tiene relación con la mili en el Sahara. Simplemente, cuando algo nos hace daño buscamos el hombro amigo, y eso es para mi esta Web.
Perdonad el exabrupto.