Citroën dos caballos un coche diferente.
Con los años hemos conocido multitud de coches y marcas, pero ninguna tan original como este Citroën dos cv. Muy francés y muy diferente.
Posiblemente haya sido el coche más feo que se ha construido nunca. Con amplios alerones, que impedían al conductor ver el final del coche. Descapotable, pero con capota enrollable como las antiguas latas de sardinas. Con un motor mínimo, lo de dos caballos se refiere a que el motor era de dos cilindros contrapuestos. No significaba la potencia del motor, pero era absolutamente insuficiente al vehículo. Existieron varios modelos, pero el de la foto tenía embrague centrifugo. ¿En qué consistía ese embrague? Que podías frenar despacio, por ejemplo en segunda sin pisar el embrague. Luego, al acelerar se acoplaba el motor y ya marchaba. Algo muy original pero con un importante inconveniente. Cuando no arrancaba, no era posible empujar y por ejemplo meter segunda. Tenías que recurrir a una manivela que impulsara el motor. Como los automóviles primitivos. Transmisión en ruedas delanteras con una sola junta cardán. El coche, al girar, saltaba y marchaba a golpes. Era necesario compensar ese efecto pisando adecuadamente el embrague. Refrigeración por aire y radiador de aceite. Gasto importante de aceite. Amortiguación compensada entre ruedas delanteras y traseras. Con amortiguadores de inercia en cada rueda. ¡Menudo invento! Aquello se balanceaba como un elefante en una cuerda de una araña. Para colmo, con los neumáticos de baja presión, las ruedas se clavaban dentro de todos los boquetes de las carreteras de la época y era frecuente varios reventones en un solo viaje. Los cristales, solo se abría los delanteros y media vuelta para arriba. Como el enganche del cristal fallaba, al cerrar la puerta con el cristal abierto, se soltaba el cierre y te aplastaba los dedos de la mano con la que habías cerrado la puerta: ¡Una alegría que te hacia recordar a la señora madre del ingeniero que había diseñado ese cierre! Pero mucho más, con viento en popa, a favor, corría bastante. Pero aquí en esta zona de Cádiz, con viento de levante fuerte en contra, tenías que poner segunda para conseguir que el coche marchara. Con lluvia y viento, el motor se paraba. Motivo: la bobina de alta estaba en medio del eje central del motor en la parte delantera. El agua la mojaba y con la humedad ya no tenía fuerza para encender las dos únicas bujías que tenía, una por cilindro. Solo era cuestión de esperar un rato y el calor del motor secaba la bobina y el coche arrancaba de nuevo. La graduación de la altura de las luces era una manivela interior que había que ajustar constantemente según la carga del coche. En la época eran frecuentes los controles de la Guardia Civil para verificar la altura de las luces. Cuando te paraban, daba tiempo para girar la manivela y ponerlas muy cortas, así me libre de más de una multa. En malos caminos, el coche iba rozando todo el tiempo en el suelo, menos mal que tenía una chapa protectora en los bajos del motor que evitaba las roturas.
Podría seguir y seguir recordando aquella maravilla de la ingeniería, pero si alguno disfruto del invento, ya sabe a lo que me estoy refiriendo. De todas maneras, todo no era negativo. Aprendías mecánica y sobre todo a conducir. Para adelantar a un coche tenías que conocer muy bien la carretera. Aprovechar una buena cuesta abajo con viento favorable y embalando el coche mucho antes. Así se conseguían buenos adelantamientos.
Recuerdo en una ocasión, un amigo y yo, volviendo de noche de Almería a Málaga por la carretera de la costa. La carretera fatal y lloviendo. El agua tapaba los boquetes que tenía la carretera y cuando la rueda entraba en uno, reventón al canto. Total, primer reventón y pusimos la rueda de repuesto. Segundo reventón y a desmontar la rueda en medio de la carretera, lloviendo y con pocos medios. Con la cubierta dañada, nos teníamos que buscar reforzarla metiendo la suela de un zapato. Pero ¿dónde encontrar un zapato, a media noche y lloviendo? Vimos a lo lejos una casa y fuimos andando hacia ella. En su interior una señora asustada no nos quiso ni abrir la puerta. Al final, por una ventana, nos dio un viejo zapato con lo que arreglamos nuestra rueda. Eran tiempos sin auxilio en carretera ni móviles con los que pedir socorro.
Pero a pesar de todo, fue un coche querido y recordado. Muchas películas lo han tenido por protagonista. Aquí en España una fue muy famosa: "Sor Citroën", con la inolvidable Gracita Morales.
Saludos,
Román