Capitán de Ingenieros D. Juan Senso Galán (q.e.p.d.)
Publicado: 05 Dic 2011 13:10
En recuerdo del Capitán de Ingenieros Don Juan Senso Galán (q.s.g.g.)
Hace unos días, removiendo papeles, me encontré una entrañable carta. Estaba firmada en el Aaiún, el 29 de noviembre de 1975. Escrita de puño y letra y la firmaba el capitán de Ingenieros, Don Juan Senso Galán. Era el capitán de mi compañía, la Plana Mayor Administrativa del Regimiento Mixto de Ingenieros, 9, del Aaiún. Debo recordar que el capitán Senso falleció, en mayo de 1980, en accidente de tráfico, en una misión de servicio en las GEOS, donde tuvo su último destino. El destinatario era yo, un simple soldadito, en aquel momento destinado en la Representación del Sector del Sahara en Las Palmas.
¿Cuál era el motivo de esta carta?
Nada más ser destinado al Regimiento de Ingenieros del Aaiún y por consejo de mi gran amigo Gabi, del que ya he hablado en otras ocasiones, pasé a saludar y ponerme a las órdenes del capitán de la compañía a la que fui destinado. No conocía de nada al capitán Senso, aunque Gabi me había hablado extraordinariamente de él. En ese momento le expuse mi situación familiar y mi deseo de ser destinado a la Representación del Sector del Sahara. El capitán Senso me explicó que era un destino con mucho trabajo y duro. Muchas toneladas, de todo tipo de mercancías y materiales, pasaban por la Representación y los medios con que se contaban eran los habituales en aquellos años, nuestros brazos. Pero además, existían tres condiciones para ese destino. La primera y fundamental era, que antes se debía cumplir, al menos, seis meses en el territorio del Sahara. La segunda, que ese destino no podía ser por un tiempo superior a seis meses. La tercera era, que tenía que coincidir la finalización del tiempo de un compañero en el destino, para ocupar su plaza. Cada unidad del sector tenía uno o dos representantes y no era posible alterar esta proporción.
En noviembre del 75, en la Representación del Sector del Sahara en Las Palmas de Gran Canaria, estabamos en plena evacuación del Sahara. El trabajo en la Representación era muy importante. Se seguían mandando encargos y víveres para el Sector, pero se recibía importantes materiales procedentes de la evacuación. En esto que aparece un compañero, con destino la Representación y procedente del Regimiento de Ingenieros. Yo que llegué a Las Palmas en julio del 75, pensaba que estaría en ese destino hasta diciembre del mismo año, los seis meses reglamentarios. La llegada de este compañero podría suponer mi vuelta al Aaiún. Cosa que, como es fácil de entender, no me hacía mucha gracia. Nuestro teniente en la Representación, el Tte. Montañés, también de Ingenieros, no había recibido ninguna instrucción al respecto. Así que se decidió escribir al capitán Senso, solicitando instrucciones.
Con total sorpresa, por mi parte, recibo una carta de mi capitán, Don Juan Senso Galán. En ella me tranquiliza sobre mi posible vuelta al Aaiún: “no te preocupes”, me decía. “Te puedes quedar ahí, el relevo no es tal relevo”. Ya estaba mandado gente de la Compañía, la Plana Mayor Administrativa, al Batallón de Ingenieros de Las Palmas. “El chaval que he mandado a la Representación tiene problemas con su mujer y tratamos de solucionarlos”. En este tono era toda la carta. Para mi, además de producirme una enorme tranquilidad, representaba un grado de admiración enorme ante este joven capitán del que tuve la suerte de estar a sus órdenes. Buen militar y como tal, muy pendiente de los hombres que estaban a su mando.
Pero el capitán Don Juan Senso Galán, además de todo eso, era una persona como cualquiera de nosotros. Por eso tenía los problemas que tenemos todos. Era humano. Y en su carta, me confiaba uno. El 29 de Noviembre de 1975 ya se habían firmados los acuerdos de Madrid y la evacuación del Sahara estaba en marcha. Me contaba el capitán Senso que, en Estafeta Militar, había mandado siete bultos personales para Getafe, en Madrid. Su destinatario, el Tcol. de Infantería Don M. C. O. del C.E.S.E.D.E.N. (Creo que este militar, por discreción no pongo su nombre completo, era el suegro del Capitán Senso, aunque en su carta nada me decía de este parentesco) Entre uno de los bultos, una cuna de madera, ya vieja, de color naranja. Este entrañable detalle me hacía suponer que el capitán Senso tendría algún hijo pequeño, como era mi caso. Yo tenía en aquellos momentos dos.
Pues con todo el lío de la evacuación, los bultos habían ido al aeropuerto de Gando, en Canarias, en lugar de Getafe, en Madrid. Me pedía que hiciera lo posible por “ponerles ruedas” a dichos bultos y enviarlos para Getafe. Afortunadamente conseguimos ponerle, más que ruedas, “alas” a los bultos y se solucionó este problema.
Entre otras cosas, para eso estabamos en la Representación. Era nuestra obligación.
Eran frecuentes, en la Representación, este tipo de encargos particulares, además de los lógicos oficiales. Por ejemplo nos solían encargar compras en las tiendas llamadas “de indios”. En Las Palmas había muchas e incluso, nosotros los de la Representación, por las frecuentes compras, teníamos algunas que nos realizaban descuentos muy importantes. Ello iba en beneficio de los que nos realizaban esos encargos. De memoria recuerdo una que se llamaba Simport, situada camino de la Isleta, allá por la calle Albareda.
Bueno, por hoy ya está bien de recuerdos. Igual en otra ocasión, tiro del racimo de mi memoria y os cuento otras historias.
Saludos para todos,
Román
Hace unos días, removiendo papeles, me encontré una entrañable carta. Estaba firmada en el Aaiún, el 29 de noviembre de 1975. Escrita de puño y letra y la firmaba el capitán de Ingenieros, Don Juan Senso Galán. Era el capitán de mi compañía, la Plana Mayor Administrativa del Regimiento Mixto de Ingenieros, 9, del Aaiún. Debo recordar que el capitán Senso falleció, en mayo de 1980, en accidente de tráfico, en una misión de servicio en las GEOS, donde tuvo su último destino. El destinatario era yo, un simple soldadito, en aquel momento destinado en la Representación del Sector del Sahara en Las Palmas.
¿Cuál era el motivo de esta carta?
Nada más ser destinado al Regimiento de Ingenieros del Aaiún y por consejo de mi gran amigo Gabi, del que ya he hablado en otras ocasiones, pasé a saludar y ponerme a las órdenes del capitán de la compañía a la que fui destinado. No conocía de nada al capitán Senso, aunque Gabi me había hablado extraordinariamente de él. En ese momento le expuse mi situación familiar y mi deseo de ser destinado a la Representación del Sector del Sahara. El capitán Senso me explicó que era un destino con mucho trabajo y duro. Muchas toneladas, de todo tipo de mercancías y materiales, pasaban por la Representación y los medios con que se contaban eran los habituales en aquellos años, nuestros brazos. Pero además, existían tres condiciones para ese destino. La primera y fundamental era, que antes se debía cumplir, al menos, seis meses en el territorio del Sahara. La segunda, que ese destino no podía ser por un tiempo superior a seis meses. La tercera era, que tenía que coincidir la finalización del tiempo de un compañero en el destino, para ocupar su plaza. Cada unidad del sector tenía uno o dos representantes y no era posible alterar esta proporción.
En noviembre del 75, en la Representación del Sector del Sahara en Las Palmas de Gran Canaria, estabamos en plena evacuación del Sahara. El trabajo en la Representación era muy importante. Se seguían mandando encargos y víveres para el Sector, pero se recibía importantes materiales procedentes de la evacuación. En esto que aparece un compañero, con destino la Representación y procedente del Regimiento de Ingenieros. Yo que llegué a Las Palmas en julio del 75, pensaba que estaría en ese destino hasta diciembre del mismo año, los seis meses reglamentarios. La llegada de este compañero podría suponer mi vuelta al Aaiún. Cosa que, como es fácil de entender, no me hacía mucha gracia. Nuestro teniente en la Representación, el Tte. Montañés, también de Ingenieros, no había recibido ninguna instrucción al respecto. Así que se decidió escribir al capitán Senso, solicitando instrucciones.
Con total sorpresa, por mi parte, recibo una carta de mi capitán, Don Juan Senso Galán. En ella me tranquiliza sobre mi posible vuelta al Aaiún: “no te preocupes”, me decía. “Te puedes quedar ahí, el relevo no es tal relevo”. Ya estaba mandado gente de la Compañía, la Plana Mayor Administrativa, al Batallón de Ingenieros de Las Palmas. “El chaval que he mandado a la Representación tiene problemas con su mujer y tratamos de solucionarlos”. En este tono era toda la carta. Para mi, además de producirme una enorme tranquilidad, representaba un grado de admiración enorme ante este joven capitán del que tuve la suerte de estar a sus órdenes. Buen militar y como tal, muy pendiente de los hombres que estaban a su mando.
Pero el capitán Don Juan Senso Galán, además de todo eso, era una persona como cualquiera de nosotros. Por eso tenía los problemas que tenemos todos. Era humano. Y en su carta, me confiaba uno. El 29 de Noviembre de 1975 ya se habían firmados los acuerdos de Madrid y la evacuación del Sahara estaba en marcha. Me contaba el capitán Senso que, en Estafeta Militar, había mandado siete bultos personales para Getafe, en Madrid. Su destinatario, el Tcol. de Infantería Don M. C. O. del C.E.S.E.D.E.N. (Creo que este militar, por discreción no pongo su nombre completo, era el suegro del Capitán Senso, aunque en su carta nada me decía de este parentesco) Entre uno de los bultos, una cuna de madera, ya vieja, de color naranja. Este entrañable detalle me hacía suponer que el capitán Senso tendría algún hijo pequeño, como era mi caso. Yo tenía en aquellos momentos dos.
Pues con todo el lío de la evacuación, los bultos habían ido al aeropuerto de Gando, en Canarias, en lugar de Getafe, en Madrid. Me pedía que hiciera lo posible por “ponerles ruedas” a dichos bultos y enviarlos para Getafe. Afortunadamente conseguimos ponerle, más que ruedas, “alas” a los bultos y se solucionó este problema.
Entre otras cosas, para eso estabamos en la Representación. Era nuestra obligación.
Eran frecuentes, en la Representación, este tipo de encargos particulares, además de los lógicos oficiales. Por ejemplo nos solían encargar compras en las tiendas llamadas “de indios”. En Las Palmas había muchas e incluso, nosotros los de la Representación, por las frecuentes compras, teníamos algunas que nos realizaban descuentos muy importantes. Ello iba en beneficio de los que nos realizaban esos encargos. De memoria recuerdo una que se llamaba Simport, situada camino de la Isleta, allá por la calle Albareda.
Bueno, por hoy ya está bien de recuerdos. Igual en otra ocasión, tiro del racimo de mi memoria y os cuento otras historias.
Saludos para todos,
Román